Hagan algo
El contrato multimillonario de Sáenz de Buruaga con Antena 3 incluye una cláusula de indemnización por despido de seis millones de euros (¡1.000 millones de pesetas!). Ustedes conocen a este periodista y saben que no es Supermán, ni siquiera en su versión Clark Kent, sino un señor normal que cuando coge la gripe se queda en la cama. En realidad, viendo esas cifras, da la impresión de que fue Sáenz de etcétera el que contrató a Antena 3 y no al revés. La cadena de televisión pertenecía entonces a Telefónica, que lo primero que hizo, al ser privatizada y puesta en manos de un amigo de Aznar, fue organizar un grupo de comunicación ruinoso al servicio del Gobierno. Fruto de esa ruina, Telefónica ha iniciado una regulación de empleo que afectará a 4.500 trabajadores.
Uno ha visto casi todos los telediarios de Antena 3 cocinados por Sáenz de, y no eran telediarios propiamente dichos, sino propaganda electoral permanente al servicio del PP. Uno ha visto también las entrevistas que dicho señor, o lo que sea, ha hecho a Aznar y tampoco eran entrevistas, sino repugnantes ejercicios de adulación llevados a cabo con la misma frialdad con la que Villalonga afanaba sotck options antes de huir a Miami. Uno divide los mil millones de pesetas de esa cláusula de rescisión entre los telediarios colocados a los pies del Gobierno y uno comprueba que a la sociedad española, víctima de aquella privatización interesada, le han salido por un ojo de la cara los informativos de Antena 3 con los que han intentado recortarnos el encéfalo.
Uno lee la noticia de la cláusula de rescisión del contrato del señor Sáenz y no entiende que la fiscalía no haya actuado ya de oficio. No hay ningún periodista en este país ni en ningún otro cuya pérdida valga tanto dinero, a menos que lo que se esté comprando sean unos servicios distintos de los que se esperan de un informador. Tenemos todo el derecho a saber qué compró el Gobierno de Aznar cuando compró a Buruaga a través de Antena 3. Hemos visto sus telediarios y podemos sospecharlo, pero nos gustaría que la justicia nos lo dijera por escrito. El olor a podrido, entre unas cosas y otras, empieza a resultar insoportable. Hagan algo.
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