Testigo de la barbarie
El 14 de junio acudí a la constitución del Ayuntamiento de Azpeitia. Deseaba dar un poco de calor personal a concejales tan valientes como Manoli, la única representante del PSE en esa localidad. Lo que vi me dejó estupefacto. A las puertas del Ayuntamiento, una concentración amenazante que no fue disuelta (insultos como "ladrones", "fascistas" o "españoles" era lo más suave que gritaban). Cuando fuimos identificados como extraños, más gritos y sólo la intervención eficaz de la Ertzaintza impide que seamos vapuleados junto al grupo de simpatizantes del PNV-EA que se ha animado a acompañar a sus concejales.
Pero lo más vergonzoso viene después, cuando se permite que acceda al salón de plenos al grupo de energúmenos, que interrumpe constantemente, insulta y, malamente contenido por una Policía Municipal en inferioridad numérica y moral, invade por completo el espacio del público con amenazas, empujones y lanzando sillas. Sólo callan ante el plúmbeo discurso de una reprensentante de la coalición ilegalizada a la que se permite ocupar un sillón de concejal, que se lleva al acabar el discursito. La despedido, la esperada: concentración de brutos a las puertas del Ayuntamiento y protección de los ertzainas para que podamos alejarnos del centro.
Visto lo visto en otras localidades, lo de Azpeitia ha sido poca cosa. Pero resulta insoportable pensar que Manoli y los demás concejales tendrán que aguantar cada día a esos salvajes. Resulta increíble que se les permita seguir manifestándose y metiendo el miedo en el cuerpo al prójimo sin coste alguno. Y resulta desalentador que, de todo Azpeitia, sólo un grupo de simpatizantes del PNV y un par de ciudadanas valientes se atreviesean a hacer cara a nuestros nacional-socialistas particulares.
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