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CRISIS EN LA COMUNIDAD DE MADRID
Columna
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Puede haber para todos

Lo sucedido en la Asamblea Parlamentaria de Madrid con la fuga de esa pareja de diputados elegidos en las listas del PSOE Tamayo y Sáez remite a los temores que un cambio de gobierno en la Comunidad suscitaba en el sector del cemento. Más aún después de las primeras declaraciones del preconizado presidente de la CAM, Rafael Simancas, a propósito de cambios en las instituciones financieras, en la Ley del Suelo y en los coeficientes de edificabilidad de la llamada "Operación Chamartín". Expertos constitucionalistas hay disponibles para buscar las salidas al bloqueo de partida, pero sin esos títulos pueden adelantarse algunas cosas. En primer lugar, que hay un problema que afecta a todas las fuerzas que concurrieron a las elecciones del 25 de mayo. A los socialistas que aportaron a los fugados, merecedores de reproche por la fuga pero desde mucho antes por su condición venal, avalada con numerosos antecedentes. A los populares que de manera alguna pueden comparecer como beneficiarios ni siquiera indirectos del fraude. Y a los de IU interesados como los restantes en evitar cualquier desprestigio institucional.

En estos momentos, las tres fuerzas políticas deberían seguir el ejemplo de Alberto Ruiz-Gallardón y anteponer sus deberes institucionales a cualesquiera diferencias. Nos ahorraríamos así el espectáculo infantil de la lluvia de querellas anunciadas por los populares Arenas, Hernando y Romero de Tejada contra Simancas, el PSOE y la Cadena SER. Se entiende la furia socialista y el empeño en seguir la traza del cohecho y en llegar a los Bravo y a los Vázquez, constructores de fortuna, defensores de las ventajas adquiridas o en proceso de adquisición en el turbio planeta del urbanismo municipal; eso sí, fuera de las grandes operaciones, aunque de un interés lucrativo imaginable. Se entiende que los dirigentes socialistas exijan a los traidores la renuncia a los escaños obtenidos en su lista y también que reclamen de los dirigentes populares la formulación de la misma exigencia -¿qué le costaría hacerlo todas las mañanas a Esperanza Aguirre?-, aunque ningún efecto práctico quepa esperar de ese proceder.

Pero, al mismo tiempo, como escribía un buen amigo en su columna del pasado viernes en Cinco Días, los del PSOE tienen un deber inaplazable: sacar a la luz cuanto se refiere a la corriente de los Renovadores por la Base, liderada por Balbás, tan decisivos en repetidas ocasiones clave. Porque a la ciudadanía, a los votantes y a los militantes se le deben presentar excusas, ofrecer explicaciones convincentes y gratificar con dimisiones, después de haberles llevado a las urnas sorprendiéndoles en su buena fe. Los últimos datos apuntan en la dirección de que los poderes fácticos, por supuesto inmobiliarios, han comprado a través de los Bravo y de los Vázquez la ausencia en el pleno de la Asamblea del martes pasado de la pareja Tamayo y Sáez; pero ni esa compra es la primera, ni esos traidores son los únicos comprados por los intereses urbanísticos, ni cabe imaginar que haya sido un caso de rigurosa sorpresa, porque el proceder de los balbases, renovadores por la base o como quiera que se llamen ha debido dejar desde hace años un rastro acreditado y bien conocido. Así que estamos ante un caso de tolerancia complaciente que resulta improrrogable.

De ahí que para preservar las cotas de credibilidad irrenunciables deban asumirse sin demora por quien corresponda responsabilidades inexcusables tanto en la Ejecutiva Federal del PSOE como en la de la Federación Socialista Madrileña. Se impone, pues, la dimisión de José Blanco, secretario de Organización, la renuncia a sus escaños de los diputados regionales de la misma denominación de origen que los traidores y la limpia a todos los niveles de la FSM. Otra cosa es que sigan pendientes explicaciones sobre los Vázquez Bravo en relación con sus pagos a Tamayo y Sáez de una parte y en relación a sus sugestivas propuestas para investir un alcalde ad hoc en Sevilla la Nueva, llevadas a Génova ante el secretario general del PP de Madrid, Ricardo Romero de Tejada, el hombre de Rodrigo Rato en la zona. En todo caso, qué interesante y qué luminoso un conflicto como este que puede ponernos al corriente de todas esas corrupciones escondidas sobre las que se pasó de puntillas durante la pasada campaña electoral. Atentos, que puede haber para todos.

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