El imperio del ADN
Los análisis genéticos revolucionan las estrategias de conservación de la naturaleza
Hasta mediados de los ochenta nadie discutía que la especie de esturión autóctona del Guadalquivir era Acipenser sturio. Sin embargo, técnicos de la piscifactoría Sierra Nevada, ubicada en el municipio granadino de Riofrío, comenzaron a especular con la posibilidad de que en este cauce convivieran dos especies distintas del apreciado pez.
La revisión de algunos ejemplares conservados en museos y centros de investigación, y el repaso de la bibliografía existente, apuntaban la posibilidad de que también fuera autóctono de aguas andaluzas el esturión del Adriático (Acipenser naccarii), variedad que ya se cultivaba con éxito en dicha piscifactoría. El debate a cuenta de la especie o especies de esturión que habitaron en el Guadalquivir derivó en una agria batalla científica, que terminó resolviéndose en el terreno de la genética.
Tras tomar como referencia dos de los ejemplares de esturión que se conservan en la colección de vertebrados de la Estación Biológica de Doñana (EBD), y sobre cuya adscripción a una u otra especie discrepaban los expertos en litigio, los investigadores de este centro realizaron complejos análisis moleculares. Mientras que de uno de los ejemplares no pudo obtenerse material genético suficiente, el otro fue identificado, de manera inequívoca, como Acipenser sturio, lo que puso fin a la polémica.
Este caso, como ya había ocurrido con otros similares, otorgaba un nuevo protagonismo a las colecciones de fauna y flora que se conservan en algunas instituciones científicas. De ellas pueden obtenerse ahora muestras que, a la luz de los análisis genéticos, revelan informaciones impensables hace sólo unos años. Encerrados en las moléculas de ADN hay datos que permiten estudiar la evolución de las especies o perfilar sus relaciones de parentesco.
A partir del estudio de poblaciones silvestres, de ejemplares vivos, los especialistas del grupo de investigación sobre ecología, citología y recursos naturales de la Universidad de Sevilla tratan de determinar este tipo de cambios inducidos por la acción del hombre o por la propia evolución de los ecosistemas son. Desde hace algún tiempo, trabajan con algunas especies vegetales propias de los ecosistemas costeros andaluces, muchas de ellas endémicas y en serio peligro de extinción.
A primera vista, y si se recurre únicamente a la determinación convencional de las diferentes especies, pudiera parecer que la biodiversidad de una determinada zona es muy elevada y, sin embargo, la genética revela la verdadera riqueza de un enclave determinado. Como explica Manuel Enrique Figueroa, responsable de este grupo de investigación: "No siempre hay garantía de que especies que consideramos adaptadas, porque hoy las encontramos presentes en un determinado espacio, lo estén en realidad". Podría ocurrir que estuvieran adaptadas a circunstancias pasadas y actualmente estén en regresión, y este fenómeno es el que revela la genética.
De esta manera, los científicos de la Universidad de Sevilla tratan de determinar qué poblaciones, de una determinada especie, son las que presentan una mejor capacidad de adaptación, y utilizarlas para extraer de ellas individuos con los que regenerar zonas donde la planta en cuestión esté desapareciendo. Se trata, pues, de una selección utilizando patrones genéticos, aquellos que garantizan las mejores perspectivas de futuro.
La misma estrategia se viene utilizando con la fauna en peligro de extinción. Cuando hace dos años los investigadores de la EBD consiguieron secuenciar un fragmento de ADN del águila imperial ibérica, comparando sus características con las de una especie próxima (el águila imperial europea, mucho menos amenazada que la primera), demostraron algo que hasta entonces sólo se sospechaba: el material genético de nuestra rapaz más amenazada está sufriendo un notable deterioro, lo que la hace muy vulnerable a cualquier alteración o enfermedad imprevista.
En este caso, incluso se llegó a determinar que sólo dos hembras de poblaciones silvestres, una en Doñana y otra en Cáceres, mostraban secuencias distintas en el ADN analizado por los biólogos, de manera que lo razonable sería establecer un plan de manejo que incluyera la posibilidad de intercambiar sus hijos.
La genética, asimismo, asegura el seguimiento de individuos concretos, como es el caso del lince ibérico, cuyos censos más precisos se han realizado estudiando los patrones genéticos de los excrementos localizados en un determinado territorio. De esta manera se obtiene un perfil exacto, e inequívoco, de cada ejemplar. Y procedimientos similares se aplican, por ejemplo, en el control de las rapaces cuya tenencia se autoriza a un cetrero, de manera que su identificación genética impide que puedan pasar como legales ejemplares capturados de manera ilícita.
Comentarios y sugerencias a propósito de Crónica en verde pueden remitirse al e-mail: sandoval@arrakis.es
Un nuevo corzo, un nuevo pez
Los análisis genéticos han servido también para certificar la existencia de especies animales que, en Andalucía, presentan unas características propias tan definidas que se distinguen claramente de sus congéneres localizados en otras regiones.
Los trabajos de investigación llevados a cabo con el corzo han permitido identificar que su perfil genético es muy diferente. No se puede hablar, pues, de una única variedad de corzo ya que, por ejemplo, existen mayores similitudes entre los corzos del Cantábrico y los de Hungría que entre aquellos y los de la Sierra de Cádiz.
De acuerdo con estos estudios el corzo de Cádiz y Málaga, conocido por los lugareños como corzo morisco, es una variedad adaptada a las condiciones ambientales de estas serranías, lo que ha determinado la existencia de unos rasgos morfológicos propios.
Esta información, además de otorgar un valor especial a estos animales, será de gran utilidad a la hora de ejecutar planes de repoblación, ya que en estos casos deben emplearse ejemplares de la variedad más próxima y de la población más cercana. De esta manera, se evita la pérdida de variabilidad genética.
Un descubrimiento similar tuvo como protagonista al fartet, un pez exclusivo de la Península Ibérica, cuyas únicas poblaciones españolas se localizan en zonas húmedas de Cataluña, Valencia, Murcia y Andalucía. Los muestreos de la especie efectuados por especialistas de la Universidad de Córdoba han servido para determinar la existencia de una especie desconocida hasta ahora.
El fartet que habita en la zona atlántica andaluza presenta importantes diferencias morfológicas con el del área mediterránea, y los estudios genéticos han corroborado esta distinción.
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