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Reportaje:

Abuelos y nietos descubren la guerra

Cien niños del colegio Lourdes, junto a la Casa de Campo, exponen vestigios de la Guerra Civil hallados en el gran parque

La batalla del bisabuelo es el nombre dado a una investigación histórica sobre la Guerra Civil española realizada por 100 niños de entre 10 y 12 años del colegio Lourdes, situado en la calle de San Roberto, 8, junto a la Casa de Campo. Numerosos parajes de este gran espacio verde han atraído el entusiasmo de los colegiales, invitados por sus profesores a examinar las fortificaciones aún allí en pie y a recoger cuidadosamente en ellas vestigios de aquella contienda que todavía permanecen dispersos por algunos enclaves del parque madrileño, como el cerro de Garabitas, por ellos visitado. Del acopio de estos materiales ha surgido una exposición que permanecerá abierta en el centro docente hasta el próximo miércoles (de 11.30 a 13.30 y de 16.30 a 18.30).

Fortificaciones, trincheras e hitos bélicos han sido visitados por los alumnos de 5º y 6º de enseñanza general básica. La supervisión ha correspondido al profesor Carlos Díez Hernando, coordinador, y Antonio Morcillo, profesor de Historia, más otros enseñantes y empleados del Lourdes, así como madres y padres de colegiales. El trabajo, que fue premiado dentro del concurso Investiga a través del entorno y exponlo, ha contado con una ayuda de 2.600 euros.

Los invitados especiales han sido abuelos de los alumnos, que, con sencillez y benevolencia, han contado a los niños su guerra civil. En el Lourdes estudian dos bisnietos del general republicano Valentín González, El Campesino, cuyo hijo Manuel, hoy abuelo, impartió una charla a los colegiales. Otra decena de abuelos logró también fascinar a los chicos.

"Les han contado cómo se vive una guerra cuando se tienen los mismos años que ahora tienen los colegiales", explica Díez Hernando. "Por ello, la percepción por los niños de estos testimonios ha sido extraordinaria", explica. "Se han involucrado en las tareas de recoger objetos en las zonas de trincheras y han acopiado casquillos, balas y utillaje de ametralladoras", dice. Con sus manos han construido una tríada de fortificaciones a escala con sus mismos materiales. "El hormigón de este búnker está armado y tiene vigas", explica Secundino, profesor de Plástica.

Camino Aller, profesora de primaria, ha llevado a su padre, el maestro Ángel Aller, a las aulas. Combatió en el bando franquista, según explica su hija. Y muestra una foto de Ángel y Fermina, sus padres, cogidos de las manos. El original muestra un hueco a la altura de sus rostros. "Ese agujero lo hizo una bala sobre el taco de fotos de mi madre que mi padre guardaba en su pecho. Eso le salvó la vida", explica Camino con emoción.

Cascos, carteles, un fusil maúser, indultos de condenas a muerte... pueblan esta exposición, acopiada por nietos, abuelos y enseñantes unidos por la convicción de que la guerra, toda guerra, no sólo resulta inútil, sino que, además, puede evitarse con la palabra y la benevolencia.

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