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Columna
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Camps

En breve tendremos nuevo gobierno valenciano. El candidato electo Francisco Camps previsiblemente formará el Consell de la Generalitat Valenciana de acuerdo con su línea de actuación. Los empresarios valencianos están expectantes, porque aunque no cambie el partido político que tiene la responsabilidad de gobierno, sí que puede variar el estilo y sobre todo es probable que hayan bastantes caras nuevas.

En términos empresariales esta crisis de gobierno puede significar una variación sustancial en los departamentos económicos y en el terreno de la cultura. Vincular estos dos campos de la actividad política -economía y cultura- puede parecer insólito, pero constituye el núcleo duro de las decisiones que pueden influir en la trayectoria de la sociedad Valenciana.

Hablar de la sociedad valenciana para referirnos a la suma de los ámbitos provinciales de Castellón, Alicante y Valencia es todavía una utopía porque carecen de vertebración.

Transcurridos los dos primeros mandatos electorales, bajo la presidencia de Eduardo Zaplana, con una marcada impronta alicantinista, la crisis que se suscitó en el Partido Popular con su decisión de trasladarse a Madrid para ocupar el Ministerio de Trabajo, se resolvió con el compromiso de impulsar a un nuevo candidato que recondujera los vectores de poder hacia el cap i casal de la Comunidad Valenciana. Los empresarios valencianos estás preocupados por distintos motivos. Unos son estrictamente económicos, otros son culturales y por supuesto pesan los territoriales. La actividad económica está excesivamente polarizada en la construcción y el turismo, de cuyos resultados dependen demasiado las rentas de los ciudadanos y el empleo. Hoy sabemos que tenemos varios sectores económicos afectados por crisis coyunturales y estructurales. El textil, el mueble, el azulejo, el calzado, el juguete y otras actividades industriales acusan las incertidumbres del momento y el comportamiento errático de nuestro entorno internacional.

La Comunidad Valenciana tiene pendiente la consolidación de sus posiciones geoestratégicas en el contexto español. Aunque se han limado asperezas, no están resueltos los términos de funcionamiento del eje mediterráneo que históricamente ha vinculado nuestra autonomía con Europa, por el sur de Francia, y sin que sea posible hacerlo si se entorpecen las conexiones con los intereses económicos catalanes.

Por otra parte tampoco se pueden dejar de lado las conexiones con otras zonas limítrofes -Aragón, Castilla-La Mancha, Murcia y Baleares- con cuyas realidades autonómicas se deben establecer relaciones de buena vecindad, de complementariedad económica y de infraestructuras básicas. Las voluntades culturales y políticas pueden contribuir a que los resultados sean satisfactorios.

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La última etapa de relación entre el poder político y el económico ha sido de creciente vinculación. Los empresarios han comenzado a preocuparse por su independencia y porque la sociedad no se supedite al entramado que extiende el poder político. Los políticos, según los empresarios, han de proporcionar estabilidad al sistema, aunque deben permitir que la sociedad establezca sus propios mecanismos de supervivencia. Ese es el desafío.

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