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La gallina de los huevos de oro

Conocidos los resultados electorales, todas las fuerzas políticas han hecho sus análisis internos y sus explicaciones públicas; en el primer caso, intentando explicarse la causa del dictamen inapelable de las cifras, y en el segundo, procurando proyectar sobre la opinión pública el rostro sonriente menos forzado posible para justificar la evaluación positiva y la influencia favorable que sus resultados municipales tendrán sobre las elecciones autonómicas del próximo mes de octubre. Todo es tal vez explicable desde el punto de vista de la necesidad de vender el producto, pero no deja de ser un tanto desconcertante para los ciudadanos que intenten aclarar cuál es la evaluación real de los resultados electorales. Tal vez por la vía de la simplificación y el esquematismo, y pese a ser, en mi caso, altamente sospechoso de estar contagiado por la enfermedad generalizada del subjetivismo interesado, podría proponer llegar a un acuerdo por el que aceptásemos todos que, a partir de la situación política en que ha discurrido el proceso electoral y teniendo en cuenta los diversos pronósticos de los especialistas, el PP no ha sufrido el desgaste que se le pronosticaba y ha demostrado la solidez de su prudente y silencioso electorado; que CiU sigue descendiendo, pero sin caídas espectaculares gracias a que sus seguidores más fieles siguen considerando como sacrificios en favor del fervor nacionalista los compromisos con el PP; que el PSC mantiene precariamente su condición de primer partido en número de votos, pese a los ambiguos mensajes de Maragall invocando un pretendido seny catalán, pero lejos de los esperados avances arrolladores; que, mientras tanto, ERC sigue con notable firmeza su línea de ascenso electoral y, en consecuencia, de su fuerza política, y que ICV-EUiA ha experimentado un incremento en influencia territorial y en número de votos que hace que, dentro del peculiar microclima político catalán, deba ser tenida en cuenta por las otras fuerzas a la hora de configurar el mapa municipal y proyectar, con rigor, el posible cambio progresista del próximo otoño.

Hay que tomar nota del resultado electoral: a favor de la pluralidad política y en contra de las mayorías absolutas

Hemos entrado ahora en el proceso de negociación municipal, que se produce sin solución de continuidad con el horizonte electoral autonómico. A los que deseamos activamente un cambio real en Cataluña y que en las últimas elecciones emitimos nuestro voto pensando en el doble valor de municipales y primarias, los resultados del pasado día 25 nos ensancharon el corazón y nos permitieron recuperar esperanzas de viejos tiempos. De ahí que, después de escuchar las declaraciones de los líderes en quienes hemos confiado nuestras esperanzas de cambio, no podamos alejar del todo el temor de que la combinación de políticas de campanario con gesticulaciones presuntuosas o prepotentes en el momento de la negociación por las porciones de poder, junto con la desconcertante ambigüedad electoralista para no alejar al votante nacionalista de centro, llegue a matar a la gallina de los huevos de oro, y así entregar de nuevo el poder del gobierno de Cataluña a los nacionalismos conservadores catalán y español. Unos nacionalismos que, con un cinismo teatralmente desmesurado, ratificaron su alianza en momentos fundamentales de la actual legislatura catalana, es decir, la elección del presidente de la Generalitat, la aprobación de los presupuestos o hacer estéril cualquier moción de censura.

Cierto es que la lectura global, sin matizaciones, ha dado a entender que el resultado está contra las mayorías absolutas y en favor de un pluralismo político, peculiar del microclima catalán, y sería lógico, en consecuencia, que los más fuertes tomaran buena nota de esta lección de modestia. Sin embargo, y a la vez, quizá es importante que las fuerzas en claro ascenso, sin olvidar su legítimo orgullo ni hacer dejación de su derecho a poner sobre la mesa de la negociación el valor de su fuerza electoral, no olviden que un porcentaje no despreciable de su merecido éxito electoral está ligado a la perspectiva de cambio progresista en Cataluña, a no ser que el oportunismo, la ceguera o el desprecio a los electores les lleven a olvidar la sabia pedagogía que se encierra en el cuento de la gallina de los huevos de oro.

Antoni Gutiérrez Díaz es miembro de ICV

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