La construcción del mundo
Hace un par de décadas se celebró en Florencia una extraordinaria exposición titulada Lorenzo de Medici y el nacimiento del hombre moderno, en la que se ponía de relieve hasta qué punto toda la época moderna era deudora de aquellas dos centurias prodigiosas a las que hemos denominado Renacimiento. Era una muestra que abarcaba el entero saber humano pero que en mi memoria quedó registrada en dos grandes movimientos, uno de inmersión y otro de vuelo. Por un lado el renacentista invitaba a penetrar todas las superficies, y así el pintor buscaba la perspectiva, el cirujano horadaba el cuerpo y el astrónomo traspasaba los cielos considerados inconmovibles hasta entonces; pero, por otro lado, aquel artista o pensador siempre quería reconstituir los pedazos del escenario troceado para construir un mundo.
EL NUDO Y LA ESFERA. EL NAVEGANTE COMO ARTÍFICE DEL MUNDO MODERNO
Isabel Soler
Acantilado. Barcelona, 2003
643 páginas. 30 euros
A esta doble aventura se de-
dica el libro imprescindible de Isabel Soler, El nudo y la esfera, cuyo subtítulo describe bien el reto: el navegante como artífice del mundo moderno. Si, como es sabido, la bibliografía sobre artistas, humanistas y científicos del Renacimiento es abrumadora, la figura de este gran destructor y constructor de mundos que fue el navegante renacentista ha tenido menos suerte, no tanto por la falta de estudios -que, obviamente, son abundantes- cuanto por el sesgo localista o nacionalista de muchos de ellos, en los que el descubridor de mares y tierras es sólo un intermediario del poder y la gloria nacionales.
Isabel Soler afronta en su libro una perspectiva completamente distinta. El navegante -como lo han sido el artista, el médico o el astrónomo- es valorado no sólo en función de su patrón, sino de su impronta revolucionaria y cosmopolita. El descubridor renacentista es el auténtico pionero de la globalización actual y el primer artífice en la construcción de un mundo que ya es nuestro mundo. En El nudo y la esfera, la empresa portuguesa de expansión hacia los tres continentes, América, Asia y África, que convierte a Lisboa en el epicentro del gran cambio de escenografía, es sumergida en el proyecto más universal que explica la hegemonía de Europa en la época moderna.
Es un libro que trata de una aventura decisiva pero que es, él mismo, una aventura puesto que desafía al lector a adentrarse en sucesivos círculos concéntricos, demostrándole la íntima conexión de todos ellos. Constituye, creo, en definitiva un ejemplar ensayo de cultura comparada en el que arte, ciencia, pensamiento y política, conservando sus peculiaridades, se despliegan en un frente único. Tras la lectura de El nudo y la esfera el mundo renacentista y nuestro mismo mundo parecen más iluminados aunque asimismo, como es propio de los libros que saben contestar mientras interrogan, más enigmáticos.
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