Rocío y ruido
El pasado 3 de junio, 300 romeros gaditanos emprendían su peregrinar bien temprano por las calles de Cádiz. Colorista manifestación asistida por una respetable minoría que esta ciudad abierta acoge y apoya sin reservas, pero con la que la mayoría de los gaditanos no nos identificamos culturalmente. El cortejo rociero decidió por su cuenta implicar en su romería a todo el vecindario, como una suerte de evangelización, lanzando estruendosos cohetes durante más de seis horas.
Trabajadores nocturnos ávidos de descanso, gente mayor, estudiantes, enfermos y ciudadanos del montón, sobresaltados y despiertos a petardazo limpio a las 7.30 horas. ¿Acaso se le ocurre a alguien organizar una gran cabalgata de carnaval a las ocho de la mañana?
Esa madrugadora cohetería supone una total falta de respeto al prójimo. Vayan y vuelvan, reúnanse y celébrenlo, pero sin un solo petardo antes de las 10.00 horas, y así equilibramos la balanza.
El Rocío sí, pero sin Rociar. Como todo en la vida.
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