Ambulancias lentas
Alrededor de las seis de la tarde Sergio, solo en casa, resbala y la rodilla se sale de su sitio. Aguantando el dolor consigue alcanzar el móvil y comunicar con el 112. Procurando hablar claro a pesar del intenso dolor, da la dirección (por tres veces se lo preguntan) y explica que es una luxación de rodilla y grita que vengan rápido.Cualquiera puede comprobar que en este número todo son preguntas, como si no fuera una emergencia.
Todavía no llegaba la ambulancia cuando tanto su madre como su padre, ya enterados, llaman también para saber qué pasa con esa ambulancia. Tres cuartos de hora pasan -la publicidad dice que tres minutos y medio es la media- cuando llega por fin y sus dos ocupantes se declaran sin conocimientos suficientes para tratar la luxación, ni siquiera se atreven a moverlo y ponerlo en la camilla.
Llaman al ambulatorio más cercano, al final de Hermanos García Noblejas, desde donde otra ambulancia tarda sólo un cuarto de hora. ¿Por qué no vino de allí directamente la primera ambulancia? Los facultativos que vienen no se deciden a tratar la luxación y, con mucho más dolor por el movimiento, inmovilizan la pierna y lo encamillan.
Llegados al hospital, tras dos horas de dolores sin cuento y sin tratamiento, el traumatólogo de guardia tarda menos de un minuto en colocarle la rodilla, el dolor cesa inmediatamente. Claro, esto no es propaganda, la realidad del 112 es que menos mal que no era asunto de vida o muerte, en cuyo caso quizá esto fuera más bien una esquela.
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