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El hospital para terminales de Valencia tiene cuatro y tres enfermos por habitación

La única separación son ocasionales parabanes o cortinillas entre los pacientes

Una de las banderas del programa electoral del PP en sanidad, las habitaciones individuales, tiene un agudo contrapunto en el hospital de la Malva-rosa. Este centro, el único de toda la ciudad de Valencia con asistencia especializada en enfermos terminales, tiene a sus pacientes repartidos en una habitación de cuatro camas, otra de tres y dos de dos camas cuya única separación consiste, en algunos casos, en cortinillas o parabanes. A estas "inhumanas" condiciones de internamiento, según especialistas en cuidados paliativos, se suma la escasez de camas: sólo once.

No es extraño que ante las puntas de actividad asistencial algunos hospitales valencianos recurran a las llamadas habitaciones triples, es decir, habilitar una tercera cama en dependencias en principio diseñadas para acoger a dos enfermos. Más infrecuente es la existencia de cuatro camas por habitación. Sin embargo, esta situación se da de forma estructural en el hospital menos indicado. Mientras el Partido Popular ha apostado por convertir las habitaciones hospitalarias de la red pública -de dos camas- en individuales "para resguardar la intimidad de los pacientes y su familia" -un argumento que convirtió en uno de los puntales de su programa electroral sanitario-, en el hospital de la Malva-rosa, los enfermos terminales que acuden a recibir cuidados paliativos, comparten su agonía con hasta otros tres enfermos en un ambiente de falta absoluta de intimidad, una situación que profesionales sanitarios relacionados con este campo no dudan en calificar de "inhumana".

De esta forma, mientras la atención a este tipo de enfermos cada vez está más dirigida a crear en las habitaciones de hospital ambientes que recuerden en la medida de lo posible a un hogar, proporcionando estancias individuales donde se permite el adorno con objetos personales y el acompañamiento de familiares, con el objeto de ofrecer unas condiciones que permitan a los enfermos afrontar los últimos momentos de vida con la mayor serenidad y dignidad posible, la situación en la Malva-rosa es muy distinta. En el hospital hay una habitación para cuatro enfermos, otra para tres y dos de dos camas. Entre ellos, en ocasiones se instalan parabanes, aunque esta separación "hace la situación más tétrica porque se suelen poner cuando el enfermo agoniza", como apunta el responsable de relaciones interprofesionales de la Federación de Servicios Públicos de UGT, Francisco Tamarit, médico de la unidad hasta hace dos meses.

Tanto Tamarit como otros profesionales que trabajan en este campo destacan que en la atención a enfermos terminales a los que la medicina no tienene nada que ofrecer, lo principal es buscar su calidad de vida. Es importante atenuar el dolor, pero también tener atenciones impensables en otro tipo de enfermos. "Si suelen beber vino con las comidas, no puedes negarte a que tome dos dedos, igual que si se quiere fumar un cigarrillo". Estos pequeños detalles junto a un ambiente acogedor son factores fundamentales para estos enfermos, dífíciles de ofrecer en el hospital valenciano, como apuntan fuentes sanitarias, ante la falta de intimidad de este centro.

Junto a los biombos, existen cortinillas que en ocasiones también se emplean para crear estancias reservadas. Lo poco que se gana en intimidad, sin embargo, se pierde en comodidad ya que impiden a los auxiliares, médicos y enfermeros acceder de forma holgada a los pacientes, muchos de ellos necesitados de atención constante para lavarlos, alimentarlos, administrarles curas o medicación, en habitaciones en ocasiones sobreocupadas por los enfermos y sus familiares.

Profesionales consultados por este diario lamentan que un hospital como el valenciano, con condiciones ideales para convertirse en un centro de referencia en la atención a paliativos, por su situación en la ciudad de Valencia pero alejado del centro y próximo al mar, cuente con tan pocas camas y ninguna de ellas en habitaciones individuales. De todas maneras, puntualmente, sí se ha prestado atención individualizada: ante el ingreso hace varios meses de la madre de un alto dirigente del PP, este hospital público no sólo cedió una habitación doble para la enferma, sino que también fue ocupado un despacho de médicos para los familiares.

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A la cola en paliativos

La situación que padecen los enfermos que acuden al hospital de la Malva-rosa es un símbolo del estado de los cuidados paliativos en la Comunidad Valenciana. Junto a estas 11 camas, sólo existe otra unidad específica para atender a enfermos ingresados, como recoge el catálogo de recursos de 2002 de la Sociedad Española de Cuidados Paliativos (Secpal). Se trata del hospital Doctor Moliner en Portaceli, con 18 camas, estas sí individuales después de una reciente reforma, aunque los pacientes han de desplazarse a Serra para ser atendidos.

Estas 29 camas (7,25 por millón de habitantes) están muy lejos de las recomendadas por la Organización Mundial de la Salud, que aconseja 50 camas por millón, y más aún de las de sociedades científicas, que oscilan entre 60 y 75 ante la demanda creciente de estos servicios. Pero también están por detrás de la mayoría del resto de autonomías, como reconoce el presidente de la Secpal, Antonio Pascual, antiguo responsable de paliativos de la Malva-rosa.

Así, hace dos años, Cataluña y Navarra contaban con una cobertura de 53,9 camas por millón, Galicia tenía una tasa de 50 y el País Vasco de 43,3. La Consejería de Sanidad espera corregir este déficit con la puesta en marcha de camas en un nuevo hospital dirigido para asistencia a crónicos, paliativos y pacientes de salud mental. Sin embargo, el problema de la asistencia a crónicos no es sólo cuestión de camas. Pese al aumento de asistencia domiciliaria -deficitaria fuera de las grandes ciudades-, existe otro punto negro en la ayuda a terminales en la Comunidad Valenciana. Profesionales sanitarios destacan la falta de equipos en hospitales de agudos capaces de atender a estos enfermos.

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