_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El secreto de El Madroño

El viernes pasado, en la última página de este cuadernillo, Reyes Rincón publicaba un ilustrativo reportaje sobre "el pueblo más equipado de España": El Madroño (Sevilla). Sus 150 habitantes se reparten una biblioteca, una sala de informática, un gimnasio, un centro de la tercera edad con su correspondiente bar, un pequeño cuerpo de bomberos y servicios de asistencia social, psicología, asistencia jurídica y una animadora sociocultural. Según relataba Reyes Rincón, este pueblo "tiene desde hace años muchos servicios no siempre habituales en poblaciones de su tamaño". ¿Cuál es el secreto de El Madroño? No consta que hayan encontrado petróleo. Lo que sí tienen, sin duda, es un alcalde muy tenaz y con buena mano a la hora de reivindicar ante la Diputación. El alcalde, dicho sea de paso, ha decidido dejar el cargo en el que ha estado 20 años, lo cual dice mucho a su favor.

El cambio más asombroso que ha habido en Andalucía en los últimos 30 años es el experimentado por los pueblos. Primero, el empleo comunitario transformó lo que eran sórdidos puebluchos en coquetos pueblecitos. Luego llegó el PER y, con no mucho dinero, se logró arrancar una economía hasta entonces inexistente. El valor histórico del PER es algo que nadie discute: como nadie discute el papel que las cataplasmas jugaron en la medicina.

En los últimos 30 años hay pueblos andaluces que han tenido un arranque económico prodigioso, algunos, como Lucena o El Ejido, a pesar de contar con unas comunicaciones infames. Otros, simplemente, han mejorado mucho su calidad de vida gracias a las ayudas de Bruselas, Madrid o Sevilla. Hace un año coincidí en una cena con un sólido intelectual, retirado ya de la política -perteneció a aquel brillante PCE del que ya no queda ni el recuerdo-, que había sido llamado por Bruselas para valorar las ayudas comunitarias. "No puedes imaginar", me decía, "cómo irritaban las peticiones de ayuda andaluzas. Más que planes de desarrollo, parecían cartas a los Reyes Magos: piscinas, polideportivos, casas de la cultura...".

El resultado de esa política es doble: tenemos unos pueblos en los que se vive maravillosamente, pero en muchos de ellos no hay trabajo. Esto ha servido para que la derecha hable del "voto cautivo" andaluz. No soy nada partidario de los conceptos arrojadizos. Tampoco cuando se usan simétricamente y se dice que el "voto cautivo" del PP está en aquellos sectores que se han beneficiado de su política fiscal o que "el PP es el partido de la guerra". Si no huimos de los conceptos arrojadizos acabaremos ladrando.

Sí es cierto que, desgraciadamente, el equipamiento de las grandes ciudades andaluzas no ha crecido, ni mucho menos, al ritmo que lo ha hecho en El Madroño. Las ciudades andaluzas, por ejemplo, siguen teniendo unos sistemas de transportes públicos que dejan mucho que desear y que, prácticamente, obligan a usar el coche. En los pueblos, en cambio, abundan los equipamientos y lo que falta es trabajo. Ya es tarde para lamentarse, pero cabe reflexionar que quizá las cosas hubieran ido mejor si una parte del dinero gastado en equipamientos hubiera ido a parar a eso que se llama economía productiva. Probablemente, nuestro problema de convergencia con la UE sería bastante más liviano.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_