Un geofísico propone una misión no tripulada al centro de la Tierra
En el espacio que rodea la Tierra la exploración humana ha llegado hasta los 6.000 millones de kilómetros mientras que las perforaciones hacia el interior del planeta sólo han alcanzado los 10 kilómetros. Al geofísico y especialista en exploración planetaria David J. Stevenson esta situación le parece injusta y ha decidido abogar razonadamente porque se realice una misión no tripulada para explorar el interior de la Tierra y alcanzar su núcleo, prácticamente desconocido, que está a menos de 6.000 kilómetros.
En el proyecto que presentó recientemente Stevenson en la revista Nature, lo más difícil, aunque sólo a primera vista, es el comienzo. Hay que abrir una grieta en la corteza terrestre y para ello ha calculado que sería necesaria una explosión de varios megatones, un terremoto de magnitud 7 o una bomba atómica de las que están listas para utilizar, aunque también se podría hacer con menos energía aprovechando alguna falla ya existente.
Por esa grieta se arrojaría una gran cantidad de hierro fundido, que Stevenson cifra en un millón de toneladas, algo así como la producción diaria mundial en la industria siderúrgica. Junto con el hierro, que avanzaría a una velocidad de 18 kilómetros por hora hacia el interior de la Tierra, iría una pequeña sonda, del tamaño de un pomelo, con instrumentos miniaturizados para medir la temperatura y la conductividad eléctrica y detectar la presencia de determinados elementos. A esa velocidad, el viaje al centro de la Tierra sería corto, de alrededor de una semana. La grieta se iría cerrando detrás del hierro.
La sonda comunicaría los datos obtenidos en el descenso mediante ondas de sonido, ya que, recuerda el autor de la idea, la Tierra es opaca a las señales electromagnéticas de un periodo menor que la duración de la misión y los neutrinos serían difíciles de utilizar. El proyecto está plagado de dificultades técnicas que Stevenson (Caltech, California) reconoce, pero también dice que no sería tan caro de intentar como las misiones espaciales.
Del interior de la Tierra se sabe tan poco que surgen continuamente nuevas hipótesis sobre lo que ocurre a varios miles de kilómetros de profundidad. Se supone que el núcleo interno, la zona que más se ha enfriado desde la formación del planeta, es sólido, mientras que el núcleo externo es líquido. Ambos son metálicos y formados fundamentalmente por hierro. Las fuertes corrientes en la zona de transición, a una profundidad de entre 3.000 y 5.000 kilómetros, serían la causa del campo magnético terrestre, que ha existido desde hace 3.500 millones de años aunque cambia de polaridad periódicamente. Pero este campo magnético no existiría sin una fuente de calor permanente. Rama Murthy (Universidad de Minnesota, EE UU), cree que la fuente de calor es potasio radiactivo -potasio 40- que se incorporó al núcleo al formarse la Tierra y tiene un periodo de semidesintegración muy largo: 1.300 millones de años. Murthy ha hecho simulaciones en laboratorio del comportamiento del supuesto material del núcleo y de la corteza y ha publicado los resultados en la revista Nature.
La radiactividad es una hipótesis atractiva para resolver el misterio del interior del planeta. Otro científico, J. Marvin Herndon, está empeñado desde hace 12 años en que el núcleo es equivalente a un reactor nuclear de fisión, con uranio como combustible. Se basa, entre otras cosas, en la relación entre isótopos de helio en la lava. Herndon ha medido esta relación en basalto oceánico joven en Islandia y las islas Hawai y su conclusión, publicada en Proceedings de la Academia Nacional de Ciencias de EE UU, es que la vida del reactor se acerca a su final, que puede llegar en sólo un millón de años, aunque también puede tardar mil millones de años. Esto causaría la catastrófica desaparición del campo magnético terrestre. La mayor parte de los especialistas no acepta la hipótesis. Herndon elogia la película El núcleo y cree que es una forma de que se estudie seriamente su hipótesis.
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