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Entrevista:JUANA TERESA BETANCOR | Vicepresidenta de la Federación Mundial pro Derecho a Morir

"Peor que un suicidio asistido en Suiza es tirarse por la ventana de un séptimo piso"

Hace ya veinte años que Juana Teresa Betancor pelea para que España normalice, por ley y en la calle, el derecho a morir dignamente. La eutanasia. "No somos muchos, pero hemos conseguido mucho", dice. Una encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) indica que seis de cada 10 médicos apoyan un cambio de ley "para permitir a los enfermos pedir y recibir el suicidio asistido por un médico y/o la eutanasia activa".

Canaria de origen, nacida en Torrelodones (Madrid) y residente desde hace muchos años en Sant Just Desvern, cerca de Barcelona, esta filóloga y profesora de Bioética, de aspecto fragil pero resistente, es desde 1992 vicepresidenta de Derecho a Morir Dignamente (DMD), una asociación fundada en 1984 y que este fin de semana celebró congreso en Barcelona. Además, Betancor lleva un año ejerciendo la vicepresidencia de la Federación Mundial de Asociaciones pro Derecho a Morir. "Al principio tuvimos sensación de clandestinidad y serios problemas legales. Pero hay grandes avances. El cambio es radical. Las personas aspiran a morir con dignidad y saben que ya pueden exigirlo como un derecho", dice Betancor.

"Los ciudadanos no quieren resignarse, tienen derecho a recibir respuestas"

La Federación Mundial de Asociaciones pro Derecho a Morir, creada en Oxford (Inglaterra) en 1980, tiene 800.000 socios en 27 países (en España apenas 1.500) y vive en los últimos meses un ligera convulsión por los atrevimientos de la organización Dignitas, de Suiza, que ha lanzado un órdago mediático ofreciendo suicidios asistidos a cuantos europeos quieran usar de sus servicios.. Todo es legal, código penal en mano, pero Juana Teresa Betancor teme que la polémica envuelva a la federación en disputas tremendistas que hagan retroceder a todo el movimiento pro eutanasia, que ya es legal en Holanda y en Bélgica, está avanzando en Francia, Japón y Australia, y da pasos seguros incluso en España con leyes de voluntades anticipadas sobre eutanasia pasiva.

Juana Teresa Bentancor no ve mal, pese a los riesgos de represalias, el atrevimiento de Dignitas, aunque esta organización se haya desgajado de Exit y, por tanto, no es miembro de la federación mundial, precisamente por desacuerdos sobre estas actuaciones espectaculares. Lo cierto es que Suiza es hoy un lugar de refugio para cientos de europeos que buscan allí una muerte digna, cuya misericordia se les niega en el país de origen. En enero pasado lo hizo con estruendo televisivo el tetrapléjico británico, Reginald Crew, de 74 años, que sorteó la ley de su país acudiendo a Zurich para quitarse la vida asistido por Dignitas en un acto que tenía tanto de propaganda como de desafío.

¿Imagina Betancor a Suiza, el país del reloj de cuco y refugio de los gandules fiscales, convertido ahora en asilo para el bien morir? No lo desea, pero tampoco lo descarta "si los grandes de la UE siguen dando la espalda a las exigencias de sus poblaciones sobre la muerte digna". Añade: "Es lamentable tener que buscar refugio para morir fuera de tu país. Aunque tengas que ir al extranjero, aislado de los tuyos en un ambiente y una lengua que desconoces, peor es tener que librarte de una muerte con sufrimientos insoportables tirándote por la ventana de un séptimo piso, o tomando veneno para ratas, como tuvo que hacer Ramón Sampedro. Lo que ocurre en Suiza es un reto para todos, también para nosotros, como asociación y federación. Los ciudadanos no quieren resignarse, tienen derecho a respuestas. Y son mayoría, una aplastante mayoría". Un sondeo de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) refleja que el 70% de los españoles desea que se legalice la eutanasia. Respecto a los médicos, el 15% reconoce haber practicado alguna vez la eutanasia por causas humanitarias, un dato que Betancor eleva a categoría. "Son los médicos quienes lideran los movimientos pro eutanasia", dice.

Ahora se sabe con certeza que Ramón Sampedro, cuyo trabajado suicidio fue meticulosamente reprimido e investigado, tuvo una agonía dolorosa. ¿Cómo vivió Betancor ese caso? "Ramón era muy listo, impresionante. Hablé con él unos días antes y le dije: 'Haz lo que quieras, no te importe volverte atrás'. Pero sonreía, socarrón, con aquellos ojos inteligentes. Me dijo: 'Bueno, maestra. Haremos lo que hay que hacer'. Su actitud valiente supuso un antes y un después en el debate sobre la eutanasia".

¿Sinsabores en el camino que debe conducir a la legalización de la eutanasia en España? Betancor recuerda muchos incidentes, algunos que tienen que ver con el comportamiento pusilánime de los políticos, incluso de algunos que se dicen progresistas. Pero nada tan desagradable como la actitud de algunos eclesiásticos. "El cardenal de Barcelona, Carles, llegó a decir, cuando se legalizó la eutanasia en Holanda, que los ancianos huían de ese país en autobuses. ¡Qué barbaridad! ¿Cómo se puede decir tal salvajada? Salvador Pániker y yo le pedimos públicamente pruebas que justificaran su tremendismo, pero no recuerdo qué disculpas dió. Que lo había oído, o así. Una institución que predica contra los anticonceptivos en África, que se muere de Sida, no merece respeto. Es como estar a favor de un genocidio. Ni caso a esos fundamentalistas de la mentira; menos mal que la gente no hace ni caso".

Juana Teresa Betancor, vicepresidenta de la Federación Mundial pro Derecho a Morir, en Barcelona. 

/ TEJEDERAS
Juana Teresa Betancor, vicepresidenta de la Federación Mundial pro Derecho a Morir, en Barcelona. / TEJEDERAS

"Aquella persona quería morir viva"

Hablar con Juana Teresa Betancor sobre eutanasia es remontarse a su niñez. "Nací con la muerte, hija póstuma de mi padre. Viví también la muerte de la abuela cuando yo tenía 15 años y, a los 20, la enfermedad de mi madre, una trombosis. Dejé de estudiar, dejé todo, siempre a su lado. Dos años de morirse. Ni me enteré de aquel mayo de 1968. Hasta que un día, más tarde de su muerte, rompí a llorar y me recuperé".

La reflexión sobre la muerte digna está cargada, en Juana Teresa Betancor, de referencias literarias: los tres días de gritos agónicos, horrorosos, como lamentos de perro, de Ivan Ilich en la novela de Tolstoi; el discurso poético de algunos famosos suicidas, y también la historia no tan reciente del debate intelectual sobre la eutanasia. Se remonta a los años 30 del siglo pasado y tiene un protagonista de lujo: el penalista Luis Jiménez de Asúa y su famoso libro Libertad de amar y derecho a morir. Ensayo de un criminalista sobre eugenesia, eutanasia y endocrinología, publicado en 1928.

Su última experiencia imponente ocurrió hace un año en Roma, en un convento católico a donde Betancor acudió convocada por un empresario sin nombre, enfermo de muerte. La Persona, se hacía llamar aquel hombre rico. Quería información para viajar a Suiza, "a morir bien". "Aquella persona quería morir viva. Fue un testimonio impresionante. No quería un morir miserable, ni interminable. La muerte dulce es una ambición perpetua del hombre, único animal sobre la tierra que sabe que es mortal", reflexiona.

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