Objetivo: el mundo entero
Una persona tiene sólo tres opciones: convertirse en musulmán, vivir bajo el dominio del islam o ser muerto". Al Qaeda nos lo ha dejado bien claro. Fue en mayo del pasado año, mediante un documento aparecido en el sitio de Internet que por entonces utilizaban sus dirigentes para emitir propaganda. Semejante carencia de inhibiciones morales ante el homicidio masivo de quienes no se avengan a respetar determinados preceptos y prácticas que los fundamentalistas islámicos consideran inexcusables tiene dramáticas consecuencias. Explica en buena medida la creciente letalidad que ha evidenciado el terrorismo internacional desde hace más de una década y, en particular, la irrupción del megaterrorismo con los atentados del 11 de septiembre. Y es que el terrorismo internacional que conocimos durante los años de la guerra fría ha cambiado. Existe ya un terrorismo propiamente global.
Estamos asistiendo a una campaña de violencia terrorista diseñada para unificar la comunidad de los creyentes en el islam y restablecer el califato
Al Qaeda se está sirviendo de paraísos fiscales localizados en el mundo occidental e invirtiendo en oro y piedras preciosas, en mercados sin autorregulación
La cooperación internacional debe manifestarse en buscar soluciones a los conflictos regionales que sirvan como pretexto a los islamistas violentos
Aquel de los años setenta y ochenta se hizo sentir con especial intensidad en Europa Occidental y Oriente Próximo, limitado por los constreñimientos que sus propios patrocinadores estatales imponían, debido al inflamable enfrentamiento entre los dos grandes bloques políticos y militares entonces imperantes. Pero el nuevo terrorismo, que es ya global, no atiende a esas limitaciones, está sustancialmente privatizado y se ha extendido por todo el orbe. Esta difusión no obedece sólo a la incidencia que el proceso de globalización ha tenido sobre dicho fenómeno, aunque los avances tecnológicos aplicados a los flujos de información, las comunicaciones, el transporte y el trasiego de capitales la hayan propiciado. Detrás hay un plan deliberado.
Osama Bin Laden lo reiteró por enésima vez en agosto de 1996: "La orden de matar a los americanos y sus aliados, civiles o militares, es una obligación individual para todo musulmán, que puede hacerlo en cualquier país donde le sea posible". En realidad, a ojos suyos y de sus seguidores, en tanto que occidentales, todos estamos asociados con los estadounidenses. Querámoslo o no. Eso era así antes de la invasión de Irak y lo sigue siendo después.
Los mismos riesgos
Discutir sobre si los ciudadanos de un determinado país occidental corren más riesgos que los de otro es únicamente hablar de blancos de oportunidad. Debemos ser conscientes de ello. No se trata de una falsa alarma ni de un peligro que quepa presumir efímero. Sin embargo, entre los europeos es lugar común el de asociar el actual auge del radicalismo musulmán con el modo en que la Casa Blanca gestiona el conflicto entre palestinos e israelíes, o con su doble rasero en cuestiones de política internacional. Solemos pronunciarnos así como si nuestros gobernantes mantuvieran una posición coherente y desinteresada en ese mismo terreno, ignorando que ejércitos y mercaderes europeos tienen una experiencia muy dilatada de dominio colonial sobre el mundo árabe, soslayando incluso que casi nada hicimos para impedir la genocida persecución de musulmanes bosnios a manos de nacionalistas étnicos serbios hace unos años.
Por tanto, nada debería extrañarnos que, cuando el 23 de febrero de 1998 se constituyó formalmente la actual red de terrorismo global, los enviados de numerosos grupos de radicales musulmanes convocados por el emir de Al Qaeda acordaran denominar a su recién estrenada alianza de este modo: Frente Islámico Mundial para la Guerra Santa contra Judíos y Cruzados.
Así pues, al contrario de lo que dan por descontado muchos norteamericanos y prefieren pensar tantos europeos, los atentados contra las Torres Gemelas y el edificio del Pentágono no se dirigieron sólo contra Estados Unidos. No deben ser interpretados de esa manera. Recayeron, por una parte, sobre la metrópoli por excelencia del mundo occidental, su ciudad más cosmopolita y multicultural. Por otra, sobre el verdadero centro decisorio del poderío militar transatlántico, situado junto al núcleo de la hegemonía política que los aventajados occidentales ejercen respecto al resto de los habitantes del planeta. Más aún, quizá cabe recordar que con anterioridad a los sucesos del 11 de septiembre estuvieron a punto de ocurrir otros, a buen seguro no menos luctuosos caso de haberse llevado a cabo con éxito, en diciembre de 2000 y en un lugar distinto.
Una afortunada intervención policial desarrollada al unísono en Francfort y en Milán, arrestando a varios miembros de Al Qaeda de origen iraquí, argelino y francés, vino a frustrar los planes que habían ultimado con otra partida de correligionarios residentes en Londres, igualmente detectada y también desmantelada. Preparaban una serie de atentados simultáneos, con bombas de gran potencia y posiblemente gas sarín, nada menos que contra el edificio del Parlamento Europeo, la catedral y el mercado de Estrasburgo.
¿Quiere todo esto decir que estamos asistiendo a un deliberado intento de precipitar un choque entre civilizaciones? Desde luego, estamos asistiendo a una campaña de violencia terrorista diseñada para unificar políticamente la comunidad de los creyentes en el islam, restablecer el califato, socavando al mismo tiempo la confianza colectiva y el sentido del orden en que se basan las sociedades abiertas. Pero ocurre también que, desde el colapso del comunismo hasta el presente, el número de incidentes de terrorismo internacional en que perpetradores y víctimas proceden de civilizaciones diferentes supera a aquellos en los cuales tanto agresores como agredidos pertenecen a la misma civilización. Exactamente al contrario de lo que había ocurrido durante los dos decenios precedentes.
Además, es un hecho que la gran mayoría de quienes han cometido esos atentados son individuos o grupos de origen islámico, fundamentalistas musulmanes en concreto, mientras que los blancos preferentes de su violencia vienen siendo personas e intereses adscritos al ámbito de la civilización occidental. Estas tendencias se han acentuado con el cambio de milenio.
El patético reverso de ese terrorismo practicado por integristas islámicos lo constituye la creciente violencia del mismo tipo, aunque todavía de mucha menor letalidad, que extremistas europeos y norteamericanos vienen perpetrando contra musulmanes en sus propias sociedades.
La actual red del terrorismo global desplegada a partir de Al Qaeda se encuentra establecida en unos 70 países y tiene miembros dispuestos a ejecutar atentados en no menos de 40. Tanto en sociedades donde la población musulmana abunda o es mayoritaria como entre comunidades islámicas de inmigrantes asentadas en naciones occidentales. En estas segundas busca establecer estructuras de apoyo y movilizar recursos de distinto tipo. En las primeras cuenta incluso con campos de entrenamiento e instalaciones logísticas, especialmente en territorios de difícil acceso y donde la autoridad estatal está muy debilitada. Su presencia se extiende desde los archipiélagos del Sureste asiático hasta las urbes norteamericanas, desde la zona trifronteriza del Cono Sur latinoamericano hasta los confines transcaucásicos, pasando por las riberas del Mediterráneo.
Estamos ante un entramado terrorista complejo y flexible, único por su alcance transnacional y composición multiétnica. Dispone de unos 3.000 militantes, en su mayoría suníes y procedentes de países árabes, así como de un número indeterminado, pero sin lugar a dudas más elevado, de correligionarios listos para ser utilizados ocasionalmente. Sólo durante la década de los noventa ha procurado entrenamiento a más de 10.000 activistas propios y de movimientos asociados. Además se estima que Al Qaeda está infiltrada en una quinta parte del total de las asociaciones islámicas conocidas, incluyendo partidos políticos y organizaciones no gubernamentales que se presentan como entidades caritativas.
La fortuna de Bin Laden
Y a todo esto, ¿cómo se financia Al Qaeda, cuyo presupuesto anual rondaría los 50 millones de dólares? En parte, es bien sabido, gracias a la propia fortuna personal de Osama Bin Laden y a las numerosas inversiones realizadas a inicios de los noventa en distintos países africanos. Hasta el 11 de septiembre se beneficiaba también del apoyo económico que el régimen de los talibanes recibió mientras lo reconocieron Arabia Saudí, Pakistán y los Emiratos Árabes Unidos.
Una serie de datos ha puesto de manifiesto la especial responsabilidad de autoridades y magnates afincados en el primero de esos países, por lo que se refiere a la financiación de los recursos que han propiciado el extraordinario desarrollo del terrorismo global practicado en nombre de una concepción fundamentalista del credo islámico.
Recientemente, Al Qaeda ha diversificado los métodos con que maneja el flujo de fondos y también las inversiones. Es muy posible, pese a ello, que siga dependiendo en una medida nada desdeñable del sistema ancestral de la hawala, un procedimiento informal, rápido, seguro, barato y carente de escrutinio oficial alguno para transferir dinero entre lugares muy distantes entre sí a través de intermediarios cuyas relaciones se basan en la confianza mutua. También que se esté sirviendo de paraísos fiscales localizados en el mundo occidental e invirtiendo en oro y piedras preciosas, en mercados carentes de autorre-gulación. A todo ello hay que añadir otros negocios de carácter ilegal, como el tráfico de opio, el fraude con tarjetas de crédito o el pequeño hurto, estos últimos practicados habitualmente por células de la red terrorista a las que sus dirigentes exigen autofinanciación.
Disposición al homicidio en masa de impíos y renegados, alcance global de una violencia inspirada en el fundamentalismo islámico, abundantes recursos económicos... ¿Qué hay de fantasía y qué de realidad cuando se habla del terrorismo nuclear? Al Qaeda dispone de un manual cuyo undécimo y último volumen está dedicado a armas de destrucción masiva. No es ninguna sorpresa que, antes y después del 11 de septiembre, venga combinando el acopio y la sofisticación de sus arsenales convencionales con la experimentación en armas químicas y bacteriológicas. Por si fuera poco, Osama Bin Laden ha intentado en repetidas ocasiones, al menos desde 1993, hacerse con componentes nucleares y proporcionar a su red terrorista internacional el conocimiento técnico que permita transformarlos en artefactos mortíferos. A principios de 1999, el emprendedor por excelencia del terrorismo global hizo unas esclarecedoras declaraciones acerca de estos asuntos, reproducidas en enero de ese año por la revista Time: "La adquisición de armas para la defensa de los musulmanes es un deber religioso. Si hubiese adquirido esas armas, estaría cumpliendo con una obligación. Sería un pecado que los musulmanes no trataran de poseer las armas con las que prevenir que los infieles infrinjan daño a los musulmanes".
Es posible que Al Qaeda disponga ya de parte de los componentes imprescindibles para elaborar una bomba nuclear, tras haberlos adquirido en las antiguas repúblicas soviéticas donde su comercio ilícito prolifera. Bashiruddin Mahmood, un científico paquistaní jubilado que trabajó cerca de 40 años en el programa atómico de su país y no oculta sus simpatías por el fundamentalismo islámico, ha admitido recientemente haberse entrevistado en varias ocasiones con Osama Bin Laden.
Fuerza militar
Al Qaeda no puede ser desbaratada unilateralmente ni tampoco militarmente. Es evidente que un uso apropiado de la fuerza militar resultará necesario en determinadas ocasiones para combatirla. Con ese propósito estuvo justificada en Afganistán en el otoño de 2001, aunque el modo en que se llevó a cabo produjera y siga produciendo también efectos contraproducentes. Pero no lo ha estado en la reciente intervención sobre Irak. Haber utilizado la excusa del terrorismo global para bombardear Bagdad va a dificultar la legitimación de respuestas militares contra Al Qaeda y su red cuando sean verdaderamente imprescindibles. A corto plazo no queda otro camino que el de fortalecer la colaboración de diferentes agencias judiciales, policiales, y muy especialmente de inteligencia, sobre todo entre las democracias liberales.
La contención del terrorismo global, el control de sus tramas financieras, prevenir que se lleguen a utilizar armas de destrucción masiva, son objetivos que reclaman años de intensa cooperación bilateral y multilateral. Por otra parte, la cooperación internacional debe manifestarse en esfuerzos encaminados a la resolución de aquellos conflictos regionales que sirven como pretexto a los islamistas violentos. Si bien es probable que el tan necesitado arreglo del contencioso entre palestinos e israelíes, por ejemplo, no tenga consecuencias inmediatas, aunque sí a largo plazo, sobre la dinámica del actual terrorismo global.
Por último, una acción colectiva multinacional contra esa violencia debe contemplar un marcado incremento de los intercambios equitativos entre el mundo árabe y las naciones occidentales, además de contribuir muy significativamente al diálogo intercultural, dentro y fuera de las fronteras estatales. Entre gentes de diferentes civilizaciones y creencias religiosas que habitan espacios del planeta distintos y distantes entre sí, como también entre personas que viven en países crecientemente multiculturales. De lo que se trata es, en definitiva, de que cualquier persona tenga siempre más de tres opciones.
Fernando Reinares es catedrático de Ciencia Política. Forma parte del Departamento de Prevención del Terrorismo de la ONU. Acaba de publicar en Taurus 'Terrorismo global'. También es autor de 'Patriotas de la muerte. Quiénes han militado en ETA y por qué'.
Fernando Reinares es catedrático de Ciencia Política. Forma parte del Departamento de Prevención del Terrorismo de la ONU. Acaba de publicar en Taurus 'Terrorismo global'. También es autor de 'Patriotas de la muerte. Quiénes han militado en ETA y por qué'.
Los atentados imputados a Al Qaeda tras el 11-S
1) 22 de diciembre de 2001. Richard Reid, pasajero de un vuelo entre París y Miami, intenta hacer estallar los explosivos que lleva en sus zapatos.
2) 23 de enero de 2002. El periodista norteamericano Daniel Pearl es secuestrado y asesinado en Karachi.
3) 17 de marzo. Un atentado con morteros contra una iglesia protestante en Islamabad frecuentada por extranjeros causa cinco muertos.
4) 11 de abril. Atentado con un camión cargado de explosivos contra una sinagoga en Yerba (Túnez), que causa 19 muertos, en su mayoría alemanes.
5) 8 de mayo. Un ataque contra un autobús con técnicos franceses en Karachi causa 11 muertos.
6) 14 de junio. Un coche bomba contra el consulado norteamericano en Karachi causa 12 muertos paquistaníes.
7) 20 de junio. El banquero británico Simon John Veness muere en un atentado en Riad.
8) 5 de septiembre. Un coche bomba causa 32 muertos en Kabul.
9) 29 de septiembre. Un coche bomba mata a un ciudadano alemán en Riad.
10) 6 de octubre. Un petrolero francés es atacado frente a las costas de Yemen por un barco cargado de explosivos.
11) 8 de octubre. Un marine norteamericano es asesinado y otro herido por dos kuwaitíes.
12) 12 de octubre. Dos coches bomba cargados de explosivos matan a 202 personas, en su mayoría australianos, en Bali (Indonesia).
13) 28 de octubre. El diplomático norteamericano Laurence Foley es asesinado a tiros en Ammán (Jordania).
14) 28 de noviembre. Ataque suicida con un coche cargado de explosivos en Mombasa (Kenia) contra un hotel repleto de turistas israelíes que causa 15 muertos. Ataque con un misil contra un avión de línea israelí.
15) Enero de 2003. Se descubren rastros de sustancias venenosas en un edificio de apartamentos de Londres y se practican numerosas detenciones.
16) Febrero-abril. Treinta y dos turistas, en su mayoría alemanes, son secuestrados en el sur de Argelia.
17) 12 de mayo. Tres atentados suicidas contra edificios residenciales de norteamericamos en Riad, con el resultado de 34 muertos, entre ellos siete norteamericanos.
18) 12 de mayo. Atentado con un coche bomba contra un edificio de los servicios de seguridad rusos en Chechenia que causa 60 muertos.
14 de mayo. Atentado suicida en Chechenia que causa 18 muertos.
19) 16 de mayo. Cinco ataques suicidas en Casablanca (Marruecos) contra restaurantes turísticos, entre ellos la Casa de España, que causan 41 muertos, en su mayoría marroquíes.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.