Persecución de los terroristas

Lo primero que iba a hacer ayer Ariel Sharon era hacerle ver a su interlocutor lo difícil que le resultó conseguir que su Gobierno aceptara la Hoja de Ruta, tal como le pidió Abu Mazen hace dos semanas durante su anterior encuentro. El primer ministro israelí no cuenta con el consenso del Gabinete, lo que realza el valor de que lograra aprobar un texto que llama, por primera vez, a la creación de un Estado palestino. Y precisamente por esta razón se resistirá a tener que pedir a sus ministros que aprueben una segunda declaración en la que se formule explícitamente este llamamiento, que sin duda provocaría una crisis no sólo dentro del Ejecutivo, sino dentro de su propio partido, el Likud. Para Sharon, la tregua que pretende establecer su homólogo palestino es insuficiente, por no decir inaceptable.

Lo que el premier israelí quiere es que las fuerzas de seguridad palestinas pongan en marcha una cadena de detenciones de sospechosos, procesos judiciales y encarcelamiento de supuestos terroristas. Además, demandará que se confisquen todas las armas ilegales y que éstas sean transferidas a una tercera parte -con toda seguridad, a Estados Unidos- para su destrucción, y que se renuncie a su contrabando. También pedirá que se ponga fin a la incitación a la violencia, tanto en el sistema educativo como en los medios de comunicación.

A cambio, Sharon ofrecerá una retirada gradual del Ejército de las zonas autónomas reocupadas (la práctica totalidad de Cisjordania, salvo Jericó, y la parte norte de la franja de Gaza), donde los palestinos deberían demostrar su diligencia y su eficacia en el ámbito antiterrorista. También pondrá sobre la mesa una serie de medidas de alivio humanitario, susceptibles de ser revocadas en el momento en que ocurra un nuevo atentado. De hecho, estas medidas habían sido ya diseñadas para la reunión anterior, pero quedaron congeladas después de que tuvieran lugar cuatro ataques suicidas que causaron 12 muertos.