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San Petersburgo, a lo grande

Putin ha levantado un complejo presidencial imponente para festejar los 300 años de la ciudad

Todo está listo para recibir a los altos huéspedes de la cumbre Rusia-Unión Europea y para los festejos del tricentenario de San Petersburgo. La cumbre se celebrará el sábado en el Palacio de Constantino, restaurado en una carrera contra el reloj. La fastuosa construcción, con su extenso parque, fue ideada por Pedro el Grande a principios del siglo XVIII como un Versalles ruso, pero frente al mar, y debía simbolizar el recién adquirido poderío naval: desde las aguas del golfo de Finlandia se debería poder llegar al palacio a través de tres canales artificiales. Sin embargo, el proyecto del zar reformista sólo pudo ser terminado ahora, casi 300 años después de que comenzara la primera edificación del palacio.

Desde que empezaron los trabajos de restauración en Strelna, a 19 kilómetros de San Petersburgo, el Palacio de Constantino ha sido blanco de las críticas. ¡Qué no se ha dicho de él! Que es un capricho del presidente Vladímir Putin, que es un lujo imperdonable gastar lo que no se tiene en construir una nueva residencia presidencial, que se ha expulsado a gente que vivía en los alrededores para que no echaran a perder la vista del precioso lugar, y un sinfín de cosas más.

La Administración de Putin, por boca de Vladímir Kozhin, que dirige el Departamento de Gestión de Bienes de la presidencia, desmiente todos y cada uno de los rumores y resta importancia a las críticas. El Palacio de Constantino no será residencia del presidente, asegura; Putin se alojará, como los otros jefes de Estado y Gobierno, en uno de los 20 chalés de dos plantas que pertenecen al hotel Blatíiskaya Zvezdá -Estrella del Báltico-, construido en el territorio perteneciente al complejo palaciego. Cada chalé -2.188 metros cuadrados- lleva el nombre de la región de Rusia que lo ha decorado. Así, se sabe que Putin vivirá los días de la cumbre en el chalé de San Petersburgo, pero el más hermoso -que todavía no se sabe a quién le tocará- es, según opinión casi unánime, el de Yekaterimburgo, decorado con piedras semipreciosas de los Urales y con cuadros de los mejores pintores de esa región.

A Kozhin le gusta subrayar que en la restauración del palacio no se ha gastado ni un solo céntimo del presupuesto estatal. Todo el dinero viene de la fundación especialmente constituida y a la que han contribuido a financiar desde las grandes compañías rusas hasta veteranos de la II Guerra Mundial, que han donado sus pequeñas jubilaciones y ahorros. En total, según Kozhin, en la reconstrucción se han gastado cerca de 280 millones de euros, pero ése no es el precio real, ya que muchas firmas, entre ellas extranjeras, no han cobrado por los equipos que han instalado en el complejo del palacio o han cobrado menos de lo normal.

El palacio será explotado comercialmente en el futuro, y empresas y ministerios podrán alquilar sus salas para realizar conferencias y reuniones. También los chalés presidenciales estarán a disposición de cualquier persona con dinero suficiente para alquilarlos.

Pero lo más importante es que el palacio estará abierto al público, ya que albergará colecciones de tres museos: el Ermitage expondrá allí su colección de heráldica; Peterhoff y el Ermitage montarán una exposición permanente sobre los cuatro príncipes rusos que fueron dueños del palacio -tres se llamaban Constantino-, y el Museo Marítimo, otra que se titulará La gloria naval de Rusia.

Las medidas de seguridad que se han tomado para proteger a los jefes de Estado y Gobierno son impresionantes e incluyen desde francotiradores dispuestos en los tejados de las casas frente a las que pasarán las caravanas oficiales, hasta submarinistas en el golfo de Finlandia y el río Nevá.

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