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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

En el basurero de la historia

El viernes 15 de mayo su periódico publicaba un artículo titulado: "Cómo perdió Alemania la guerra de Irak", firmado por Michael Mertes, en el cual el autor expone la ya conocida posición de la CDU alemana, cercana a la del PP español, acusando al canciller Schröder de inmadurez política por no haberse quedado al lado de los vencedores.

No quiero entrar en esta discusión, aunque tengo que hacer notar que la coalición SPD-Verdes no hubiera sobrevivido a una participación alemana en esa guerra y que, como es habitual, ya no se habla del intento fracasado de justificarla en términos éticos, jurídicos o simplemente de sentido común. Pero Mertes expone también que "esa estrategia hizo pensar al presidente Bush que Schröder le había apuñalado por la espalda" y "la firmeza alemana frente a Estados Unidos fue un asombro, tal vez porque (...), para apuñalar a uno por la espalda, hay que estar totalmente detrás de él".

Ese lenguaje hace resucitar, de forma abominable, la vieja Dolchstosslegende (leyenda del apuñalamiento por la espalda), que fue creada y fomentada por círculos nacionalistas y fascistas alemanes, con el fin de exculpar al Ejército alemán de la derrota en la Primera Guerra Mundial, y que fue un abono fértil para conducir hacia la segunda.

Su origen histórico se encuentra en un motín de algunas unidades de la Marina en el norte de Alemania en 1918, relacionado con ideas políticas que se manifestaron más tarde en la creación de la República de Weimar y de la despedida definitiva del sistema monárquico. Los que más tarde afirmaron, incluyendo al mismísimo Adolf Hitler, que "el Frente de la Patria había apuñalado por la espalda a las tropas que combatían en el frente del oeste" trataban, de esta forma, de rescatar "el honor" y la imagen de un ejército invencible que militarmente había perdido la guerra ya muchos meses antes.

Al alma herida nacionalsocialista le reconfortaba la idea de que la guerra no se hubiera perdido en el campo de batalla, sino por culpa de traidores a la patria. Ya se sabe dónde han acabado. Espero que esta carta ayude también a poner dicha leyenda en su sitio justo: en el basurero de la historia.

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