"Desde que soy madre me siento una actriz más capaz y más fuerte"
Con delantal, sudorosa y carnal. Así se presenta Aitana Sánchez-Gijón (Roma, 1968) en No tengo miedo. La actriz interpreta a la madre del niño protagonista, una italiana del sur encerrada en un sofocante páramo de miseria. La película, que participó en el pasado festival de Berlín, se estrena hoy en España. "Me gustó esta mamma italiana de la tierra, una mujer muy visceral. Era un personaje que me recordaba a las actrices italianas del neorrealismo, a la Magnani, a la Mangano, a la Loren. Para mí, era un tributo a ellas". La actriz asegura que durante el rodaje le ayudaron sus raíces italianas y algunos kilos de más. "Estaba entrada en carnes y eso me ayudó mucho a la hora de interpretarla, y luego también esa parte italiana mía que no había sacado nunca a flote. La lengua te da una energía determinada, una manera de expresarte diferente. Estudié a fondo el dialecto que se habla en la película y eso me dio una manera de comportarme, una gestualidad determinada. El italiano fue la primera lengua que aprendí, pero luego la olvidé. Mi madre nos hablaba a mi hermano y a mí en italiano, pero nosotros siempre le respondíamos en español. Para la película busqué en mis raíces y en las claves que te da el propio idioma".
Más delgada, irónica en sus gestos y con la perfección algo intimidante que siempre le ha dado su belleza, la actriz, pendiente de su hijo de casi dos años a través del móvil ("de momento le llevo conmigo a todas partes, mientras pueda viajaré con él"), asegura que inevitablemente con la maternidad ha cambiado. "No me he replanteado mi carrera, las cosas se dan de manera muy natural, con un hijo la vida se te reordena sola. Dejé de trabajar de una manera consciente durante año y medio. Un hijo, fundamentalmente, te sirve para vivir, y eso no es poco. Es un peldaño que subes y yo creo que ahora soy una actriz diferente porque soy una persona diferente. La verdad, aunque eso deberían decirlo los demás, yo me siento una persona más interesante. No quiero que suene pretencioso pero de alguna manera estoy trabajando desde un lugar nuevo, me siento más capaz, más fuerte".
La actriz regresa a Madrid después de rodar en Argentina La puta y la ballena, de Luis Puenzo. Habla con entusiasmo: "Mi personaje es una escritora catalana que investiga unas fotos muy misteriosas donde salen putas y ballenas. Fotos extrañas. El personaje viaja a Argentina, donde le estalla un cáncer de pecho. A partir de ahí, empieza un viaje de dolor muy profundo, un viaje al pasado para descubrir en qué momento se traicionó, en qué momento dejó de ser lo que quería ser. Es la historia de la crisis profunda de una mujer que, a través del dolor y la muerte, se agarra a su propia fortaleza. Rodamos durante un mes en la Patagonia, en Puerto Pirámide, donde estaba varada nuestra ballena artificial. Me enfermé nada más llegar, me infecté con una bacteria poco conocida, una especie de salmonelosis, y el rodaje se paró. Fue una experiencia terrible, pero al final me colocó en un lugar muy útil para el personaje".
Este verano la actriz volverá a los escenarios teatrales para interpretar, dentro del Festival Internacional de Música y Danza de Granada, Juana de Arco en la hoguera, del suizo Arthur Honegger. Un oratorio dramático en un prólogo y 11 escenas que protagonizará junto a Darío Grandinetti. "La obra es sobre un poema de Paul Claudel, la dirige el hijo de Claudio Abbado, que la ha dirigido con Irene Jacobs en Palermo. La versión más famosa es la que hizo Roberto Rosellini con Ingrid Bergman. Luego la llevaron al cine. Es una obra maravillosa, me entusiasma. Dejé de hacer teatro durante siete años y después de Las criadas me he reencontrado plenamente con él".
Han pasado casi cinco años desde que Aitana Sánchez-Gijón dejó la presidencia de la Academia de Cine. Se acercan nuevas elecciones en el seno de la institución y la actriz sonríe: "Hay que tener ganas y sentido de responsabilidad. Perteneces a un colectivo y es como cuando te toca ser presidente de la comunidad. Te toca y ya está. Da muchos dolores de cabeza, es muy ingrato, requiere mucha sangre fría y mucha mano izquierda, más de una vez te llevan los demonios, te tirarías al cuello de más de uno, pero es normal. Para mí, el cine es como una familia numerosa, son muchos hijos, cada uno diferente, pero la familia, al final, es la misma".
Durante la crisis abierta tras la ceremonia de los Goya, Aitana Sánchez-Gijón fue una de las voces más airadas contra el Gobierno del PP y contra los que pidieron (pública o privadamente) "la cabeza" de Marisa Paredes por la politización de la gala. Encabezó las primeras movilizaciones de actores contra la guerra y su fotografía, expulsada del Congreso durante una comparecencia de Aznar, dio la vuelta al país: "Yo tengo mis opiniones y tengo derecho a expresarlas como quiera. Más de una vez me ha molestado el uso que algunos medios han hecho de mí, porque yo me caliento con mucha facilidad, soy muy vehemente en la manera de decir las cosas y luego veo titulares y frases salidas de contexto que me quedo muerta, pero no me importa, no reniego ni de lo que pienso ni de lo que digo, aunque luego me lleve un soponcio al leerlo. Prefiero que me malinterpreten a quedarme callada". La actriz añade entonces: "Supongo que mi actitud también tiene que ver con la manera de entender este oficio. Se supone que el cine habla de lo que le pasa a la gente, de lo que pasa en la calle, o al menos es una de las funciones del cine que más me interesan, un cine que se compromete con la realidad. No hacemos peliculitas y ya está".
Babelia
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