Un observatorio de la inmigración
Mataró, el modelo. Barrio de Rocafonda. Unos 10.000 y 2.000 inmigrantes. Del Magreb, principalmente. Los inmigrantes no son un problema. Es sorprendente. Lo dice Josep Palacios, que es técnico en la materia a cuenta del Ayuntamiento de Mataró. Hablamos en la oficina del plan integral para Rocafonda. Estas oficinas como embajadas. El animoso escultismo de Martí Pol en las paredes: "Que tot està per fer i tot és possible". Carteles políticos: "Construyendo el futuro". Esa argucia de la política para no pasar la prueba del algodón del presente. El señor Palacios. Su léxico. Donde pone inmigración él lee nueva ciudadanía. Donde emigrantes ilegales, emigrantes irregulares. Todo su léxico es un modelo de optimismo y un deseo ejemplar de no faltar a nadie, en especial a los humillados. Pero también: la extraña función consoladora que adquiere el lenguaje. Cambian las palabras. Es decir que, finalmente, algo visible cambia. Esta constatación ilusionante es necesaria para las personas que trabajan sobre problemas de modificación muy lenta y muy compleja. Por lo demás, el señor Palacios es un ejemplo muy pertinente de realismo. La pregunta es en qué han beneficiado a Mataró 25 años de inmigración. La respuesta es que en la economía. Sin más. Sin alusión alguna a fusiones culturales o relativismos. Los que llegan hacen los trabajos más duros. Su relación con el dinero común es, además, particularmente interesante: aportan el producto de su trabajo y en muchos casos este producto no les revertirá en el futuro en forma de pensiones. Gracias a ellos la población es más joven. La casualidad relativa de que los cuatro primeros nacidos este año en Mataró fueran hijos de inmigrantes. Los cinco, más exactamente, que en uno de los nacimientos iban gemelos.
Los inmigrantes representan el 20% de los vecinos del barrio de Rocafonda
El mejor observatorio catalán de las consecuencias de la inmigración. Mataró lleva 25 años recibiéndolos. Pregunta a Palacios. Si han hecho estudios sobre el nivel cultural de los escolares. Si ha bajado a causa de los inmigrantes. No hay estudios. Y si los hay, generales y a cargo del Departamento de Enseñanza, son tabú. Ahora bien: Palacios cree que debe acabarse con las incorporaciones a medio curso. La certeza de que no son buenas ni para el alumno, estrellado de pronto y muchas veces sin los rudimentos del idioma, contra una realidad desconocida y sorprendente. Y tampoco para el grupo.
En el Ayuntamiento prefieren no hablar del modelo Mataró. No quieren ser prepotentes. Argumentan. La evidencia de que trabajan sobre puntas de vidrio. El riesgo de que cualquier incidente pueda destruir el trabajo. Pero han hecho cosas que no ha hecho nadie en España. Desde la consideración de que la inmigración no es un problema, han acabado con la inercia de que todos sus asuntos vinculados deban depender, como es común, del problemático departamento de servicios sociales. Han regulado la instalación y el uso de los locutorios públicos. Han firmado convenios con asociaciones musulmanas para facilitar la integración de los nuevos ciudadanos. Lenguaje pegadizo.
Las mezquitas. Negociaron con los inmigrantes para trasladarlas. Con los inmigrantes, no con sus imames. Esto también es modélico. Como era de esperar, las llaman de otra forma. Oratorios. Palacios se justifica. Una mezquita es mucho más que una casa de rezos. Una mezquita es un centro de actividad cultural y de comercio. Pero luego añade que en los tres oratorios de Mataró se dan clases y se realizan todo tipo de actos culturales. Sólo entiendo que no quiera llamarle mezquita cuando paso delante de una de ellas. Anclada en los bajos de un edificio del polígono industrial de Rocafonda. La puerta metálica. Dices mezquita y tintinea en la garganta el agua de las fuentecillas. Azahar y albahaca. ¡Cualquiera mete una hache intercalada en un polígono industrial! Cruzan la riera de Rocafonda. Llegan aquí. Suben la puerta metálica, con su ruido de prosa comercial. Encienden las luces. Le iría bien al párrafo que fueran de baja intensidad. Rezan.
Oratorios. Me adhiero. El convincente Palacios. Saldré hablando como un dossier. Pero no hay duda. Si en algún lugar está La Meca es en el polígono industrial. Lo demás son limones cortados y arrayanes. Haches mudas y atravesadas.
Con informaciones de Judith Vives
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