"La gente agradece que los políticos hablen claro aunque no le digan lo que quiere oír"
En los últimos cuatro años Imma Mayol ha cambiado. Ya no lleva la media melena que lucía en los carteles de las municipales de 1999, a las que se presentó por primera vez como cabeza de lista de ICV en Barcelona, y ha renovado su imagen por otra más desenfadada: cabello corto con dos divertidas extensiones, de color rosa y violeta feminista, y vestimenta casi siempre informal. Parece más joven. Por fuera, claro. Porque por dentro esta mallorquina de 45 años, psicóloga y madre de una hija y un hijo adolescentes, nunca ha dejado de ser aquella chica apasionada en la defensa de un mundo más justo que abandonó su isla hace 25 años para construir el futuro en Barcelona.
Ahora encara los comicios del 25-M con un mensaje nítidamente a favor de la justicia social y de la conservación del medio ambiente. Como reza uno de sus reclamos propagandísticos, su apuesta es por una ciudad "justa, ecológica y participativa".
"Los socialistas saben que nos seguirán necesitando para mantener la alcaldía"
"Nunca debí autorizar el desalojo de los inmigrantes de la plaza de Catalunya"
Pregunta. Su lema de campaña da a entender que ustedes son la única izquierda.
Respuesta. Es que es así. Hay en estas elecciones una disputa por el centro entre CiU, PSC y ERC. ¿Cómo se traduce? Pues no mojándose los candidatos en ciertas cuestiones con el objetivo de contentar a la mayoría de la ciudadanía, y siendo ambiguos en asuntos sociales o en la política internacional, por ejemplo. Nosotros, sin embargo, hablamos claro. Decimos que las cárceles deben estar en las ciudades, que queremos ser la Porto Alegre del norte y no Davos, que no nos parece bien entregar cheques asistenciales a los mayores, como proponen CiU y ERC, porque defendemos equipamientos públicos, igualitarios y de calidad, y que no estamos por ceder el espacio público de la ciudad al uso privativo.
P. ¿No cree que propuestas como la permanencia de cárceles, deixalleries o centros de toxicomanía en la ciudad pueden restarles votos?
R. Sinceramente, espero que no. Aunque, eso sí, debemos ser capaces de explicar con la máxima transparencia al ciudadano los valores que hay detrás, y, después, apelar a su solidaridad y a la justicia que supone la redistribución de los problemas y la asunción de que todos debemos cargar con una parte de los nuestros. Mi experiencia es que, en general, la gente acaba entendiéndolo. Las personas agradecen que les hables claro aunque no les halagues los oídos, ni les digas lo que quieren escuchar.
P. Haga balance de sus últimos cuatro años en el equipo de gobierno municipal.
R. Han sido unos años duros, pero también apasionantes. Al principio, lo pasé francamente mal, porque la prepotencia de los socialistas, como consecuencia del resultado electoral que tuvieron ellos y también del nuestro, y sus posiciones sobre el acuerdo municipal no garantizaban el pluralismo de ideas en el Gobierno. Una vez se asentó el pacto, lo que costó un tiempo, la experiencia ha sido apasionante, porque hemos podido impulsar medidas medioambientales profundas, incidir en la política de vivienda y, en fin, defender nuestros puntos de vista y ser beligerantes en aquello que creíamos. Además, personalmente, he tenido la oportunidad de conocer más la ciudad y a su gente. Me gusta la gente, y eso es una gran ventaja a la hora de hacer política de proximidad.
P. ¿Su peor momento de este mandato fue tal vez en verano de 2001, cuando, estando al frente del consistorio, ordenó desalojar a los inmigrantes de la plaza de Catalunya?
R. Sí, sin duda. Tomé esa decisión por un exceso de corresponsabilidad con nuestros socios de Gobierno, y luego me arrepentí. Me equivoqué en un asunto extremadamente delicado. Confié en los socialistas que llevaban el asunto y en los técnicos, pero jamás debí haber autorizado el desalojo. Lo supe cuando tuve todos los elementos sobre la mesa. Aprendí mucho de esa experienda, que me resultó profundamente dolorosa, aunque déjeme decirle que un año antes hubo otro momento muy triste: el brutal asesinato del guardia urbano Juan Manuel Gervilla por ETA.
P. ¿Cuáles son los principales problemas de Barcelona?
R. El primero es la pobreza. Entre el 10% y el 12% de los barceloneses vive por debajo de los límites de la pobreza, y ése es uno de los indicadores que nos dicen que Barcelona no es sostenible, lo que es más penoso si cabe en una ciudad acomodada como la nuestra. Vinculada a esta carencia, hay otra muy importante: la exclusión que sufren diversos sectores sociales por razones varias, de etnia, de derechos de ciudadanía, de vivienda, educativas, y sociales, en general. Existen aún otros déficit derivados, por ejemplo, de la hegemonía del coche, y del excesivo consumo de recursos energéticos.
P. ¿Qué piensa hacer su formación al respecto?
R. Influir políticamente en el gobierno de la ciudad e intentar que la política social adquiera un peso que ha perdido en los últimos años. Eso requiere recursos, pero también liderazgo. Incluso para conseguir implicar a la Generalitat, que no desempeña el papel que le corresponde en estas y otras cuestiones y discrimina a Barcelona. En cuanto al uso del coche y al consumo energético, hay que impulsar decididamente las políticas que marca la Agenda 21 ecológica, como reducir la velocidad máxima a 30 kilómetros por hora.
P. ¿Consideraría un fracaso no recuperar el tercer edil que perdieron en 1999 por la escisión de ICV y EUiA?
R. Sí, lo sería. Pero estamos convencidos de que vamos a crecer. Aspiramos a tener el mejor resultado en Barcelona como ICV desde 1995, cuando obtuvimos un 7,5% de los votos.
P. Usted da por sentado que volverá a haber pacto de Gobierno entre su formación y el PSC.
P . Pero, si sube ERC, ¿tal vez en esta ocasión los socialistas ya no precisen sus votos?
P. Estas elecciones municipales se están planteando en Cataluña como unas primarias de las autonómicas; ¿ustedes se ven gobernando la Generalitat a partir del próximo otoño?
R. Claro que sí. Estamos convencidos de que estos comicios en Barcelona evidenciarán una tendencia que seguirá luego en las autonómicas: bajará la derecha y subirá la izquierda. La experiencia de gobernar con los socialistas en el Ayuntamiento durante 24 años nos avala: hemos dejado huella por encima de lo que nos correspondería por nuestra representación. Ahora bien, igual que en el caso de la ciudad, tampoco vamos a participar en el Gobierno de Cataluña a cualquier precio.
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