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Reportaje:ELECCIONES 25M | La campaña local en Cataluña

Las municipales, primer peldaño hacia la Generalitat

Pasqual Maragall y Artur Mas se plantean los comicios locales como unas primarias de las autonómicas de otoño

Francesc Valls

Nadie espera que las municipales sean una revolución en Cataluña. Ni el Partit dels Socialistes (PSC) ni Convergència i Unió (CiU) creen que se produzcan grandes cambios tras estos comicios. Pero ambas formaciones consideran que después del 25-M se verá el futuro hacia el Palau de la Generalitat algo más despejado. A juicio de socialistas y convergentes, estas elecciones deben dar, primeramente, respuesta a las siguientes preguntas: ¿Se incrementará el voto socialista en el histórico cinturón de Barcelona? ¿Recuperará CiU los 120.000 votos que perdió en las pasadas municipales de 1999 en la ciudad de Barcelona? ¿Cómo se equilibrará el voto entre CiU y PSC en las comarcas?

Los cabezas de lista de ambas formaciones -Pasqual Maragall y Artur Mas- han afrontado esta campaña como si de unas auténticas primarias se tratara. No por el calado del debate de ideas, sino por el duelo dialéctico-declarativo entre CiU y PSC. El presidente de la Generalitat lo verbalizó ayer por ver primera al asegurar en Lleida que "Maragall quiere convertir las municipales en unas primarias". Pero no sólo lo hace Maragall: la batalla mediática que diariamente libran CiU y PSC así lo testifica.

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Mas busca el cuerpo a cuerpo con Maragall, mientras que el candidato socialista lo rehúye al considerar al conseller en cap el sucesor de su oponente natural, el presidente Jordi Pujol.

El líder socialista, además, practica durante esta campaña las salidas en tromba que tanto desconciertan a CiU. Luego se niega a contestar a Mas. Estas municipales tienen la particularidad de que las protagonizan quienes no son alcaldes y que el lenguaje utilizado en la campaña está rompiendo los cánones de anteriores ocasiones. Comienza a desaparecer la urbanidad en el vocablo que caracterizaba al apacible oasis catalán. Las palmeras se han agitado más de lo habitual con la tormenta de arena desencadenada por unas palabras de Maragall. El pasado jueves, el líder socialista abrió fuego acusando a CiU de practicar el "caciquismo". El sábado añadió, en la misma línea, que el catalanismo de CiU "mira la pureza de sangre y de estirpe".

El contenido de las palabras de Maragall, que por otra parte describen el clientelismo que todo partido tiende a practicar en el puro ejercicio del poder, han abierto la caja de los truenos. Y han transgredido tabúes.

En 23 años de autonomía, muy pocos se han atrevido a hablar de un asunto tan espinoso como la integración de los inmigrantes -conocidos como charnegos, término en desuso- llegados a Cataluña desde otras partes de España en los años sesenta. El primer secretario del PSC, José Montilla -un cordobés nacido en Iznájar-, insistió en que la federación nacionalista no mide a todos los ciudadanos según su origen o su ideología. A los socialistas se le ha acusado de agitar el espantajo de españolizar o vasquizar la campaña electoral con el temido recurso a la existencia de dos comunidades.

La indignación convergente tampoco ha sido ajena a esa españolización o vasquización, pues el propio conseller en cap pidió anteayer a la dirección socialista que "le ponga un bozal" a Maragall, un símil zoológico que no dice mucho en favor del retorno de la calma al oasis.

Los nacionalistas acusan al PSC de buscar con afirmaciones que juzgan populistas la movilización del voto socialista en el cinturón de Barcelona y en la capital catalana, lo que con cifras en la mano es una verdad a medias: el PSC obtuvo en las elecciones legislativas de 2000 alrededor de 40.000 votos menos que en las autonómicas y las municipales de 1999.

Para terminar de remover las aguas, ayer irrumpió en campaña la inmigración no comunitaria, un tema sacado a debate por el Partido Popular con la frase "en Cataluña no cabemos todos". La propia CiU se ha declarado contraria a la concesión de voto en las elecciones municipales a los ciudadanos no nacidos en la Unión Europea. Josep Antoni Duran Lleida, secretario general de CiU, advirtió ayer de que la inmigración puede "desfigurar" la personalidad de Cataluña, pero al afectar a quienes no pueden ejercer el derecho a voto no se convertirá previsiblemente en un asunto tan polémico como el de la "la pureza de sangre y estirpe".

En los 10 días de campaña que restan, Mas seguirá buscando el cuerpo a cuerpo declarativo con Maragall, mientras que el líder socialista continuará recorriendo el territorio con el objetivo de ganar votos en zonas en las que la suerte le es esquiva.

Porque para CiU estas elecciones son la primera oportunidad de tomarle el pulso a sus posibilidades de hacerse nuevamente con la Generalitat, mientras que para los socialistas se trata de un peldaño que tras los ayuntamientos conduce a la Generalitat y después incluso hasta La Moncloa.

Artur Mas y Pasqual Maragall se saludan en la Diada de 2001 en el Parlamento catalán.
Artur Mas y Pasqual Maragall se saludan en la Diada de 2001 en el Parlamento catalán.JOAN SÁNCHEZ

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