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Columna
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Camps

Puede que los respectivos (y relativos) pinchazos de público del PSOE y PP en los respectivos actos de apertura de campaña celebrados el pasado fin de semana en Valencia se deban al cansancio de los no militantes ante la guerra de sucias palabras desatada en la larga pre-campaña política que se está viviendo en el escenario madrileño a las que aludió Vicent Lluch, el presidente del Club Jaume I, en la presentación del invitado del lunes pasado, el candidato por el PP a la Presidencia de la Generalitat Valenciana, Paco Camps.

Pero eso no influyó en la comparecencia de socios del Club para escuchar al candidato socialista la pasada semana, y ésta al popular. A decir verdad, en la sesión de Camps hubo más gente, pero puede que porque Pla ya había sido escuchado en otra ocasión, y del debutante Camps se intuía que quizás está más cerca de lograr la Presidencia que su contrincante socialista.

Este lunes anoté, también, y con detalle todo lo que el invitado vino a predicar. Intervine, como siempre, con amabilidad pero sin descuido de alguna pregunta obligada aunque embarazosa para el candidato: "¿Cuál es la razón última que ha llevado al PSOE a la dramática ruptura del consenso en política internacional?". Me rebelé amablemente cuando Camps dijo que él era más nacionalista (valenciano) que nadie (¡!) (como máximo, y sin vanidad, hasta tanto como yo, le concedí). Le pedí que se tome en serio abordar alguna novedad política si obtiene la mayoría: una nueva ordenación del régimen local valenciano, con especial interés en innovar en materia de sistema electoral y de gobierno municipal, por ejemplo. A lo que dijo que sí, sin concretar más. Y, como colofón, le hice una pregunta políticamente incorrecta (marca de la casa) como la de participarle que, en mi opinión, esta última fase de la campaña debería recorrerla sólo, para singularizarse y (cosa que no dije allí pero sí aquí) inclinar hacia el PP los 40.000 votos de indecisos antiguos votantes populares que le pueden garantizar los diputados número 45 y número 46 que le aseguran gobernar y hacerlo con mayoría.

El candidato estuvo seguro, parco en triunfalismos, directo y comprometido con los grandes retos del PHN, la Alta Velocidad, el empleo, el bienestar, el papel de nuestro pequeño país en el contexto del Estado. Le encontré muy rodado en la defensa de un proyecto político que se defiende con sus actos y no como simplemente antagónico de otros. Había momentos en que, salvando las distancias, parecía que estabas oyendo la parte del discurso pujolista que nunca olvida eso tan serio que son los intereses económicos de la gent de casa. Lástima que este tímido entusiasmo mío por el discurso económico de Camps lo sea en buena parte por la resignación que me produce la contrastada debilidad del nacionalismo político valenciano al que apoyé hasta que me disuadió directa y definitivamente de hacerlo, de eso hace ahora un año.

Camps se mostró pulcro en los juicios políticos sobre sus adversarios y ocurrente cuando Pep Torrent le tendió un amigable lazo ("Dicen de Ud" -lo había sugerido Antonio Sotillo el lunes anterior- "que tiene pactos con el arzobispado"), pues sin dudarlo dijo que el pacto es para que el nombramiento de obispos en esta archidiócesis lo sea a partir de la terna que se eleve desde aquí, o algo así.

Y mientras iba contestando de modo pausado, sin concesiones y seguro de lo que hay que hacer desde la Generalitat llegué a la conclusión de que será un buen Presidente.

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