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PATÉ DE CAMPAÑA | ELECCIONES 25M | Comicios municipales en Cataluña
Columna
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Domingos infantiles

Francesc Valls

"¡Bienvenidos a Divertilandia, amiguitos!", saluda un títere con onda de Tintín. Divertilandia está en la Diagonal, frente al Palau Reial. El domingo es soleado en el corazón de la hoy tranquila zona universitaria y el Partido Popular ha montado su guiñol para niños. Divertilandia es la antítesis de la Barcelona realmente existente, gobernada por ese "lío de progres", que en el imaginario del PP es tan "gris y triste" como el Moscú de Tintín en el país de los soviets.

Divertilandia narra una historia infantil canónica: las brujas son malas, y los príncipes, honrados. La siguen una docena de niños. Fuera de la carpa, Alberto Fernández está satisfecho y estrecha manos. Y es lógico. El PP de la posguerra de Irak quiere jugar sobre seguro. Cuando sale a la superficie quiere tener tantas garantías de victoria como el mítico sumergible alemán U-47 en la base de la Royal Navy de Scapa Flow.

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Y las cosas, de momento, no le van mal. La clientela popular es entusiasta y previsible: papás bronceados y con indumentaria informal de domingo, mamás con muchas horas de gimnasio, hijos e hijas a conjunto. Los títeres hablan ese castellano sin mácula de acento regional, pero fácilmente localizable en la zona montaña de la Diagonal. Los candidatos populares están contentos del éxito obtenido. Acaban de protagonizar en el guiñol una historia de la Barcelona socialcomunista con arreglo al siguiente reparto: Marc, el alcaldable, Alberto Fernández Díaz; Eva, Àngels Esteller, diputada autonómica; punk regenerado, Jordi Cornet, concejal barcelonés. El argumento se inicia con el paseo de una pareja heterosexual por la incómoda y gris Barcelona.

-No tenemos bancos donde sentarnos. Y los que hay son todos tan raros... -dice la títere Eva.

-Y todas las plazas duras, sin un solo árbol que nos permita guarecernos -prosigue Marc.

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-¡Mira, un gamberro! -exclama la parejita alarmada.

A la vista de los niños, un individuo con cresta de punk, camisa floreada de hippy y bigote daliniano se entrega frenéticamente a hacer pintadas.

-¿Qué passsa, viejos! -les espeta el incívico de vestimenta sincrética.

-Llamaríamos a un guardia urbano, pero no hemos visto ninguno. Como el alcalde sólo se preocupa de poner sus fotografías por toda la ciudad... -añaden, lógicamente alarmados, los novios.

Ante la falta de poder de coerción, la pareja se decide a utilizar el de convicción.

-¿Por qué ensucias las paredes? ¡Así nos perjudicas! -sentencia la atrevida pareja.

La reflexión hace mella en el hippy punk, que decidirá cambiar de conducta. La catequesis bien hecha no tiene fronteras: a donde no llega el burocratismo socialcomunista, llega la sociedad civil en colores. Los niños aplauden. Y se van a saltar al estómago del dinosaurio hinchable que desde la Diagonal saluda al Palau Reial. Si no fuera por la ropa de marca, los niños de la fiesta del PP serían perfectamente asimilables a los que en la plaza de Joanic de Gràcia asisten a la fiesta del alcaldable de Esquerra Republicana. Jordi Portabella ha acudido a la celebración con su compañera y sus hijas Mar y Mercè. Los niños y las niñas siguen las canciones de animación del grupo Titus-Flora. "Ara ens tocarem el melic!, ara la llengua!"... "Llamadme nostálgico, pero donde se ponga un buen columpio como los de antes, que se quite todo esto", confiesa Portabella ante unos jeeps con muelles que el Ayuntamiento ha colocado en la zona de juegos del parque. Y es que los domingos los candidatos en campaña vuelven a ser niños. La diferencia está en el fervor del catequista.

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