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ELECCIONES 25M | El alcalde de La Carolina
Columna
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Cinismo

Enrique Gil Calvo

La pancarta que blandió el PP para echar a González del poder rezaba: Paro, Despilfarro y Corrupción. Ahora llega el momento de que los entonces despedidos inicien su desquite, esgrimiendo algún eslogan análogo a modo de contrarréplica. He aquí una sugerencia: Guerra, Cinismo y Especulación. La guerra no precisa apostillas, dada la manía persecutoria de Aznar, siempre en busca de enemigos que acosar. Con el cinismo me refiero a la doblez que estilan, cuando al hacer la guerra lo llaman hacer la paz, por poner un botón de muestra. Y la especulación se resume en la burbuja inmobiliaria, filón de comisiones urbanísticas que hacen chiquita la corrupción socialista. Recuérdese el caso Zamora con que Aznar abrió brecha.

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Pero hoy no toca hablar del alcaide Aznar, prima donna del próximo plebiscito, sino del ambiguo Gallardón, su auténtico protagonista como aspirante al cargo de alcalde de Madrid. ¿Hasta qué punto encarna con propiedad la trinidad guerra, cinismo y especulación? Desde luego, en belicosidad no le llega a Aznar ni a las alzas de sus zapatos. Pero en cuanto a cinismo y especulación, no hay nadie como el solapado Gallardón. Es verdad que también Aznar miente más que habla, sin escrúpulos para tirar la piedra y esconder la mano. Pero es un actor tan impostado que no engaña a nadie, y en cambio Gallardón ha logrado despistar a todo el mundo.

La técnica de Gallardón es más refinada, pues consiste en la ambivalencia moral, que le permite desmarcarse de propios y extraños. Por eso el patrón que mejor le cuadra es el dios Jano que inspira su doble juego, sin que pueda saberse cuál es su derecha y cuál su revés. Para distinguirse del coro de aduladores, se singularizó pactando con el felipismo el común patrocinio del Círculo de Bellas Artes, lo que le grangeó una imagen de derecha civilizada con rostro humano: un mal menor dentro del páramo del PP. Pero nada más falso, pues a la vez introdujo al integrismo católico en su Gobierno, confiándole áreas como la privatización universitaria. Así que cuando luego ha colocado a Botella como guinda de su pastel, destinada a privatizar los servicios sociales, nadie debería llamarse a engaño.

En cuanto a la especulación urbanística, su proeza bate todas las marcas, erigiendo una espectacular obra maestra también caracterizada por su doblez. Hablando de Jano, la cara luminosa de su mandato es el Nuevo Madrid que hoy hace la envidia de Barcelona tras su polémica con Maragall, con costosas infraestructuras como los anillos de circunvalación vial y la flamante ampliación del metro. Pero semejante espejismo esconde una siniestra cara oculta -y una cara muy dura-, que es la mayor especulación urbanística de la historia, con ingentes recalificaciones que elevaron el precio del suelo hasta la estratosfera, creando un pozo sin fondo de dinero negro.

Pero los efectos perversos para la ciudadanía de la Operación Gallardón resultan patentes: inaccesibilidad de la vivienda (cuyo valor desde 1996 ha crecido el 200% en Madrid frente al 80% español), trasvase demográfico (pues los jóvenes que logran emanciparse deben abandonar Madrid para poblar los nuevos barrios creados a la orilla de la M-40), despoblación de la capital (que envejece y se degrada por el hacinamiento de inmigrantes) y enriquecimiento de las grandes constructoras que presuntamente le financian (según revela el dossier presentado por Matilde Fernández en noviembre pasado).

Así se explica que Gallardón aceptase descender de rango, desistiendo de una Comunidad ya mayoritariamente joven, que probablemente ya no votará PP, para postularse a la alcaldía de la envejecida y despoblada capital, que quizá confíe aún en él. Pero esa humildad también tiene truco, como siempre pasa con Gallardón, pues antes de ceder la presidencia transfirió las competencias urbanísticas al Ayuntamiento de Madrid. De modo que se baja a la capital, pero llevándose puesto su pozo sin fondo de dinero negro.

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