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Entrevista:Maria João Pires | Pianista

"No necesito el piano, necesito la vida"

Jesús Ruiz Mantilla

Maria João Pires (Lisboa, 1944) ha vencido. A ella no le gusta el verbo porque implica la derrota de alguien, pero es que esta mujer, que está considerada por muchos como la mejor pianista del mundo -en el mismo reino donde también están Pollini, Brendel o Zimerman-, no ha tenido que batirse con personas, sino que ha dejado con las vergüenzas al aire a los sistemas, a la pomposidad en la música, a la tiranía de las discográficas y a esa vida nómada, sin rumbo, que muchos músicos llevan, mientras ella echa raíces en su propia tierra. Aun así, lo niega: "No me siento vencedora en nada, no quiero vencer a nadie, sólo quiero encontrar mi lugar en el mundo y en la música sin que ello suponga una competición. La palabra vencedora no va conmigo. Pretendo ser verdadera, no engañar".

"La perfección en la música es un camino para conseguir el fin, que es la verdad"
"Decir que está mal copiar es como decir que está mal tener amigos"

Con esa filosofía de verdad a cualquier precio ha actuado la pasada semana en Barcelona y Alicante y lo hace mañana en Madrid, en el Auditorio Nacional, dentro del ciclo Grandes intérpretes, de Scherzo, patrocinado por EL PAÍS, y el jueves en Zaragoza. En el programa, una obra maestra, la Sonata 960, de Schubert y la número tres, de Chopin, dos compositores, que, junto a Mozart y Beethoven, según confiesa, "me han ayudado a entender mejor la vida".

Lo admite a primeras horas de la tarde, en el trasiego constante de su centro de Centro para el Estudio de las Artes en Belgais, donde vive, enseña, aprende y ensaya la revolución entre paredes de piedra en las que resuenan los pájaros y los pianos.

La intérprete pasa la mayor parte del año allí -cuando no está dando alguna de sus 60 actuaciones anuales-, en una hacienda que está en la región de Castelo Branco, cerca de la frontera con Extremadura. Es ahí, incluso, donde graba sus discos para Deutsche Grammophon.

Le inquieta el mundo, pero le quita importancia al papel salvador de los artistas. Incluso democratiza la palabra genio. "Cualquiera puede serlo en lo suyo, tanto el músico como el campesino. El secreto es conservar la fe, la capacidad de amar intacta después de la educación. Creo que ése fue el caso de Mozart [de quien Pires ha grabado todas sus sonatas], que conservó la inocencia y la pureza al tiempo que crecía y la vida le maltrataba, pero también se puede dar eso en un campesino y convertirse en genial con sus labores".

"¿Por qué nuestras manos son más importantes que las de alguien que trabaja la tierra?", se pregunta. "Nosotros sólo hacemos pasar el rato a 2.000 personas en una sala y ellos nos dan de comer. ¿Por qué nos tienen que asegurar las manos a los pianistas y no a un agricultor?", continúa la pianista que parece fustigarse con curas de humildad, que se mezcla con la gente y revuelve en la cocina, en los talleres, que tiende la ropa y es una más entre las 28 personas que trabajan en Belgais, donde en absoluto se muestra como la señorona del cortijo.

Recomienda no esconder las manos. Las suyas, por cierto, son pequeñas como las de una muñeca hiperactiva. "No debemos guardar nuestras manos, tenemos que ponerlas en acción", repite, como llamando a las armas. Más con la que está cayendo. Ella se enciende y se confiesa comunista y anticomunista -"soy fiel a la idea, que es perfecta, pero no a su puesta en práctica, que es un fracaso", dice- y ataca la hipocresía de Occidente de manera furibunda en el asunto de la guerra de Irak. "Vivimos en estado de shock y con un imperio que nos engulle, pero no podemos decir que no íbamos avisados. Se veía venir desde hace décadas y los europeos hemos construido esta gran mentira con ellos. Esta guerra ha sido provocada por todos, porque los europeos formamos parte de esta falacia".

Contra la basura del engaño, que todo lo ensucia, Pires vence de nuevo, aunque a ella no le guste el verbo, con la autenticidad de su música clara. "Ése debe ser el objetivo de la música, ser verdadero, auténtico; no la perfección. Ésta es un camino para conseguir el fin, que es la verdad y así se puede decir que llegamos a la subli-mación", afirma Pires.

Por eso le gusta tanto Schubert, del que grabó unos Impromptus fundamentales en su disco Le voyage fantastique y del que acaba de registrar en disco la sonata con la que está de gira por España, aunque todavía no haya aparecido en el mercado. Y es que hay una constante en la obra del músico vienés milagroso que obsesiona a Pires y que le hace volver a él desde siempre. "Schubert muestra la nostalgia, la tristeza y de pronto, encuentra la luminosidad. En esta sonata larga, negra, difícil, también va de un lado a otro y yo me identifico con esa constante en su obra", afirma.

Y es que Pires no se contenta fácilmente con todo. Ha luchado duro desde que a los cuatro años comenzara a tocar el piano como niña prodigio y a los siete diera ya conciertos de Mozart en público. Pero no es de esas pianistas obsesionadas con su instrumento. Estar retirada cuatro años, entre 1978 y 1982, le ayudó a relativizar, a dejar de competir y con su vuelta creció. Fue otra batalla ganada. "No hacía nada especial, vivía, cuidaba a mis hijas, ahora también vivo, eso es lo que importa. No necesito el piano, necesito la vida. Utilizo el piano para mejorar la vida".

Quizá por eso también relaja sus formas de acercarse al instrumento, incluso animando a copiar. "Mis alumnos dicen que no quieren que sus interpretaciones se parezcan a las de los maestros que admiran, pero yo les digo que les copien. ¿Qué hemos hecho nosotros nuevo? Acercándonos a los otros es como muchas veces encontramos las puertas que nos llevan a ser auténticos. Decir que está mal copiar es como decir que está mal tener amigos", afirma.

Maria João Pires encuentra la autenticidad sola o en compañía de pocos. Da muy pocos conciertos con orquesta. "Me gusta tocar con orquestas pero no con directores con los que no tengo una relación estrecha. El trabajo de la música en conjunto debe ser de fondo. Si hemos de mostrar una verdad hay que trabajar juntos para aprenderla y eso no se consigue si te ves una vez antes del concierto. Resulta superficial, es algo que no critico pero que a mí no me conviene".

La música de cámara es otra cosa. La suele interpretar con su pareja, el violinista Agustin Dumay, a dúo, y a veces les acompaña la violonchelista Jian Wang: "Llevamos muchos años juntos y sentimos que creamos algo, que construimos cada vez que tocamos, que crecemos juntos y eso es lo que importa".

La pianista Maria João Pires.
La pianista Maria João Pires.

Belgais, un falansterio real

Otra victoria de Maria João Pires es su Centro para el Estudio de las Artes de Belgais, que está en la zona de Castelo Branco, cerca de la frontera española. Se accede por un camino de tierra de 10 kilómetros y al llegar uno encuentra una especie de falansterio que ya quisieran para sí Fourier y Proudhon, una comuna donde cada uno se realiza en sus talentos y donde la pianista, que vive ahí, ha montado escuelas de artes, música y educación primaria en medio de la nada y alejada del ruido contemporáneo. ¿Socialismo utópico? "Este centro no es una utopía, es una realidad. Y es que si desarrollamos nuestro sueños con fuerza se vuelven de verdad. Belgais es un espacio de paz y armonía en el que trabajamos de manera auténtica", asegura Maria João Pires, que mantuvo una dura batalla hace años con el Gobierno portugués para que le financiaran parte de este proyecto, y que por supuesto ha ganado. "Ahora nos dan una subvención de 500.000 euros, que junto a lo que aportan otras empresas privadas y lo que pongo yo, que es todo mi dinero, nos hacen ir tirando", asegura. Pero si alguien quiere saber de cuentas que no le pregunte a ella, de eso se encarga su hija Joana, una de sus cinco vástagos -más seis nietos de los que Pires bien que se enorgullece-, que trabaja de sol a sol en Belgais y confirma que el centro tiene un acuerdo con la Fundación Germán Sánchez Ruipérez para hacer intercambios artísticos, tecnológicos y sociales con Salamanca.

El dinero les sirve para los cursos, las conferencias, los talleres de cerámica y téxtil, la biblioteca y la residencia, pero además para organizar sus conciertos in situ a razón de tres euros una vez al mes; o por la zona, donde abarcan desde el repertorio gregoriano a la música contemporánea. También para su estudio de grabación y sus auditorios, uno encerrado en piedra, con una acústica proverbial, donde Pires graba sus discos, y otro al aire libre y a la luz de unas antorchas para que la música se funda con el aire más puro.

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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