Premios
Ni la propia premiada daba crédito al galardón que acababa de serle concedido en el lejano Principado de Asturias, región de España, provincia del Imperio. "Este premio tiene un carácter oficial", decía Susan Sontag, "por lo que está conectado de alguna forma con el Gobierno español. España es miembro de la coalición de países formada por Bush y se ha asociado con Estados Unidos en su proyecto de guerra interminable, mientras que yo me opongo a la guerra en Irak, a la política exterior de Estados Unidos y al plan Bush de hegemonía norteamericana. Por eso no tengo claro lo que significa este premio, pero es algo bonito".
Susan Sontag no entiende por qué se le ha premiado en nuestro país, y en nuestro país son muchos los que tampoco entienden por qué se le ha otorgado, junto a la marroquí Fátima Mernissi, el premio Príncipe de Asturias de las Letras. En lo que todos estaremos de acuerdo es en que recibir un premio, venga de donde venga, siempre es bonito. Otra cosa es llegar a vislumbrar los extraños, espúreos o legítimos motivos que llevaron al jurado a otorgarlo. En todo caso, los designios de los jurados (sobre todo de los jurados de premios literarios) son tan inescrutables como los del Señor. Muchas veces el camino más corto para alcanzar la clave del misterio es preguntarse contra quién va ese premio.
Marsé
Esta vez, cuentan los maliciosos, el premio ha ido directamente contra el gran Juan Marsé, cuya candidatura lleva un par de ediciones siendo neutralizada (no su literatura, una de las más nítidas y plenas escritas en lengua española y apenas distinguida con premios oficiales).
Algunos creemos que hay más literatura en el capítulo de una novela de Marsé que en las obras completas de Sontag, aunque todo va en gustos. Para Carlos Fuentes, la norteamericana escribe en la gran línea de Hermann Broch y es heredera de Isaiah Berlin y Walter Benjamin. Para Tom Wolfe, en cambio, Sontag "sólo es otra escritorzuela que se pasaba la vida acudiendo a actos de protesta y subiendo con torpeza al estrado".
Los miembros del jurado, capitaneados por Víctor García de la Concha, repetían que el premio ha querido distinguir la dignidad y firmeza de las posturas éticas y políticas de las dos autoras. Parecía que nadie deseaba recordar que se trata de un premio de las letras y no de uno de ciencias sociales o de cooperación. Un premio de las letras que podrían haber alcanzado con toda justicia autores tan excelsos y tan impresentables como Louis Ferdinand Céline, Ezra Pound, Pablo Neruda o, por citar a un vivo, Gabriel García Marquez. El caso es que la incombustible Susan Sontag no entiende cómo se han atrevido a premiarla en un país cuyo Gobierno está presidido por un amigo íntimo de Bush. Seguro que volverá a su casa sin ninguna respuesta y aún más perpleja. Somos un país extraño. Ex miembros de la Joven Guardia Roja desempeñan carteras ministeriales, el presidente lee a Rafael Alberti y el príncipe Felipe de Borbón admira a Susan Sontag.
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