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La loca noche habanera de dos legisladores

Dos parlamentarios mexicanos, en compañía de dos cubanas, causan una batalla campal en un local de música

Juan Jesús Aznárez

El vicepresidente del Senado mexicano, Demetrio Sodi, pidió decoro a sus señorías pues es de mal efecto viajar a Cuba invitados oficialmente, sucumbir a los encantos de las mulatas y de las libaciones, y acabar a botellazos y descalabrados en un hospital. Ésa fue la gesta atribuida a dos dirigentes petroleros, diputados del Partido Revolucionario Institucional (PRI), sujetos a proceso por su implicación en el Pemexgate, el multimillonario desvío de fondos hacia la campaña de ese partido en las presidenciales del 2 de julio del año 2000.

"Es un escándalo y afecta al Poder Legislativo pues, de por sí, tenemos mala imagen", lamentó Sodi. "Yo recibo un sueldo que me paga la población y tengo la obligación de que mi vida personal se maneje dentro de unos ciertos límites de respeto y orden". El senador Ricardo Aldana y el diputado Carlos Romero, según la imputación del diario Reforma, acudieron a la Casa de la Música, en Miramar, del brazo de "dos muchachas cubanas muy bellas". Habían prorrogado su estancia en la isla antillana, tras su participación en el Primero de Mayo, para festejar el 48 cumpleaños de Romero y, según algunos analistas, la buena marcha del proceso judicial.

Ya calientes, entraron al local al filo de la medianoche, voceando sin recato, estimulados por los efluvios alcohólicos, a juzgar por los testimonios disponibles. Al poco armaron la marimorena de portada por causas no precisadas. Algunas versiones, sin confirmar, mencionan la posibilidad de que algún parroquiano piropease a las dos bellezas y éstas respondieran al guiño. Devorados por los celos, de acuerdo con esa hipótesis, los dos machos mexicanos habrían actuado como se estila en las tierras de Pancho Villa.

Yolanda Martínez, corresponsal del diario en Cuba, certificó el desarrollo de la trifulca. Los dos fueron curados de traumatismos, hematomas y dolores lumbares. "Bebieron mucho y comenzaron a discutir", dijeron a la periodista varios empleados y clientes. "Sin que nadie supiera por qué, de las voces pasaron a las manos. Rompieron vasos y botellas, golpearon a varios clientes, tiraron mesas al suelo y el más bajito fue el que salió peor parado, aunque sangraban los dos". Fueron desalojados, pero siguieron soltando mamporros fuera del establecimiento. La policía los acompañó hasta una clínica de extranjeros. La abandonaron pronto, argumentando prisas por volver a México, en un avión privado.

"La razón para celebrar era la impunidad", según el analista Miguel Ángel Granado Chapas. La Cámara de Diputados había concluido su periodo ordinario de sesiones sin haber sometido a la consideración del pleno el dictamen de desafuero solicitado por la justicia para el procesamiento de los dos legisladores por su implicación en el Pemexgate. "Se aplazó para nunca esa operación tan necesaria para la salud moral de la República". Al negar los inculpados su estancia en La Habana durante el pleito y proponer que se indague en "la documentación que debe existir en Cuba", el diario Reforma aportó nombres, hotel y la identidad del avión privado y de sus pilotos. Yolanda Martínez regresó al lugar de la bronca y al centro médico.

"Tenemos órdenes de no dar información sobre los legisladores mexicanos", le dijeron quienes el día anterior habían confirmado la batalla campal. El parte de la clínica también había desaparecido. Excepto durante la presidencia de Ernesto Zedillo, entre 1994 y 2000, el PRI tuvo excelentes relaciones con la revolución cubana que, al parecer, decidió echar una mano a sus descarriados legisladores, fatalmente atrapados por las flaquezas de la carne.

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