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ALICIA ALONSO CHICANO | Afectada de paraparesia por accidente de moto | ELECCIONES 25M | La lucha contra la discriminación

"Al discapacitado se le condena a los puestos laborales inferiores"

Alicia Alonso no ha parado de luchar desde que un accidente de moto cambió el trazado de su vida. La última batalla la acaba de emprender con el Ayuntamiento de Málaga, al que reclama que no limite su reserva de puestos de trabajo para discapacitados a los puestos de categoría inferior.

Alicia, arrolladora, atractiva y coqueta, no quiere acordarse ni de su edad ("treintaymuchos"), ni del tiempo que hace de su accidente. "Era un 23 de abril, hace 12 o 14 años, y sólo recuerdo que ese día tuve una intuición de mala suerte, incluso cambié mis planes, pero eso tenía que llegar y llegó", explica.

Pasó diez días en el Hospital Carlos Haya de Málaga, donde le diagnosticaron una lesión medular. "Después tuvieron que buscarme un sitio fuera de Málaga, porque en Málaga no hay nada dedicado a lesiones medulares, aunque parezca increíble, porque el clima que tenemos permitiría una recuperación más sana, más alegre y más rápida, pero nada, me tuve que ir", añade.

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Acabó en el Hospital de Traumatología de Granada, donde sufrió complicadísimas intervenciones quirúrgicas que la llevaron al borde de la muerte y donde empezó a familiarizarse con la paraplejia que le diagnosticaron. "Yo no sabía ni qué era un parapléjico. Te metes en un mundo donde nadie te dice nada. No te dejan cerrar la habitación para que te acostumbres a ver sillas de ruedas. El médico me explicó que la médula espinal es como un cable y que el mío se había cortado, que no iba a volver a andar. Como también tenía la clavícula rota, no movía más que la cabeza. Y encima, una complicación pulmonar después de una operación estuvo a punto de dejarme seca", relata. Los esfuerzos de su rehabilitador durante meses lograron que llegara a ponerse en pie. "Aquello fue muy fuerte. Lloré y lloré", confiesa. "Y claro, como en el hospital te arropan tanto y te dan tanta fuerza, al cabo de un año yo me comía el mundo, y pedí el alta voluntaria".

Objetivo: la normalidad

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A partir de ahí, Alicia empezó a comprobar que la sociedad no tiene nada claro cómo cumplir el precepto constitucional de la igualdad de oportunidades para las personas con necesidades especiales. "Recuerdo el primer día que salí en silla de ruedas a tomar copas. Las reacciones de la gente, sus caras...De repente te planteas que has vivido una peli y que vuelves a la realidad. La gente no sabe cómo comportarse, se mueve entre la pena y la extrañeza", dice.

La normalidad se convirtió entonces en su meta: "Yo tenía muchas ganas de trabajar, pero al salir del hospital el único trabajo que me ofrecían era de cajera de supermercado. Me espantó la idea de verme todo el día pegándole a las teclas. Yo pensaba que valía más, así que me matriculé en Ingeniería Industrial, y saqué la carrera con becas".

En la Universidad se enfrentó a la odisea de las barreras arquitectónicas. "Era un horror. Escaleras por todos lados. Luego pusieron una rampa que ya me gustaría que tuviera que subirla y bajarla el que la diseñó. Las ciudades no están al alcance de las personas con discapacidad. En Málaga, por ejemplo, no hay ni una playa accesible", denuncia.

Pero las grandes barreras las encontró buscando trabajo. "Desde que te veían entrar en las entrevistas, ya sabías que el trabajo no era para tí. Además, las bolsas de trabajo para discapacitados no están interconectadas, y para nosotros andar por toda la ciudad con el currículum a cuestas es un vía crucis".

Entonces se lió la manta a la cabeza, se compró un coche y se fue de agente de desarrollo local a la Serranía de Ronda. "La gente me llegó a valorar mucho, porque nosotros nos esforzamos el doble que los demás en el trabajo. Tenemos que demostrar que somos capaces, y lo conseguí, pero al ayuntamiento donde estaba se le terminó el dinero y me tuve que volver". Ahora vive de alquiler sin lujos en Rincón de la Victoria -"las pensiones no dan ni mucho menos para una casa"- y espera aprobar las oposiciones para trabajar en el Ayuntamiento de Málaga, pero no está dispuesta a conformarse con un puesto "de jardinera". "A veces somos nosotros mismos los que nos ponemos el listón bajo. Hay mucha desinformación y poca ambición entre las personas con discapacidad, pero hay que creérselo", concluye.

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