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Álvaro Díaz-Palacios busca la luz a través de los momentos atrapados en cuartos cerrados

Álvaro Díaz-Palacios (Zaragoza, 1981) tiene 21 años y una firme trayectoria, de la que ni él mismo parece ser consciente. Sus cuadros, que cuelgan en la sala Torrenueva, de Ibercaja, en Zaragoza hasta el próximo día 24, son una sucesión de momentos atrapados en habitaciones cerradas. Sin criterio cronológico, y arropada por la música compuesta en ordenador por Alejandro Gustavo Ramírez, la exposición se abre con los Dípticos del 98-99, donde, a partir de autorretratos del autor pintando, se inicia un juego de cuartos con recovecos y lugares sugeridos.

Estudiante de Bellas Artes en la Complutense de Madrid y forjado en sus inicios en la Escuela de Artes de Zaragoza, Díaz-Palacios ha gozado de maestros de lujo: ha estado becado para formarse con Antonio López y con Daniel Quintero en cursos de verano y becas. "Estudio 1 es un cuadro especial. Antonio López me dijo: 'Debes comenzar con el óleo', y comencé. Es mi estudio, es un intento de abrirme, de atrapar la luz". Junto a él cuelga La ventana de El Escorial, la obra que realizó con López, un cuadro luminoso y blanco que habla de la pérdida del miedo al óleo. Secuencias, Siempre ayer, Soleá no es estar solo, Detras de la puerta, El sillón berenjena -estos dos son los que, asegura, apuntan el camino, obras con un punto enfocado, el resto barrido, sugerido, las referencias y las sugerencias-, Helena (su hermana con un móvil). Él, él mismo y otros, los amigos, la amante. Pinta momentos en cuartos cerrados que invitan a imaginar que hay algo tras la puerta, tras la ventana, tras la persiana echada. Fuera es de día. "¿O no?", se pregunta su autor; la obra -la imagen de un rincón de una habitación con persianas echadas y un peluche en una silla frente a un chico- desazona. Admira a Hockney y se declara un tipo de su tiempo, está convencido de que el realismo es más duro y menos gratificante que otros estilos, que la pintura es un acto de infinita soledad, y que sus ventanas -hoy cerradas- se abrirán algun día. De momento, la única que ha abierto -para mostrar un esbozo de paisaje- no le termina de convecer. La luz ya se abre paso en sus obras, aunque, de momento, sea entreabriendo los postigos.

<i>El sillón berenjena,</i> de Álvaro Díaz-Palacios.
El sillón berenjena, de Álvaro Díaz-Palacios.
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