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LA POSGUERRA DE IRAK

Un ataque con granadas hiere a 7 soldados de EE UU en un bastión suní de Irak

Las tropas negocian con líderes tribales de Faluga para rebajar la tensión en la ciudad

Guillermo Altares

Los carteles en el Ayuntamiento de Faluga, la ciudad iraquí donde han muerto 15 personas en dos días por disparos de soldados estadounidenses, no dejan lugar a dudas: "Los hombres pueden ser destruidos, pero no doblegados", "USA, fuera de nuestro país", "Tarde o temprano os echaremos, asesinos de iraquíes". Pegado al edificio municipal se encuentra el cuartel de los soldados de EE UU, un auténtico Fort Apache rodeado de alambradas que en la noche del miércoles fue atacado con granadas. Siete soldados resultaron heridos, seis de ellos de gravedad.

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La situación en esta localidad a 80 kilómetros al oeste de Bagdad, en la carretera que une la capital iraquí con Ammán, parecía ayer tranquila a pesar del incidente nocturno. En la calle principal, las palabras hacia los ocupantes no eran de bienvenida. "En los controles registran a nuestras mujeres y de noche se dedican a mirar en las casas", señalaba Nima, un comerciante de 30 años. No se trata de una broma: los soldados estadounidenses reconocen que hay un verdadero choque

cultural, ya que muchos habitantes de Faluga creen que con los visores nocturnos puede verse a través de los muros y de la ropa. Ocho hombres consultados en la calle, donde circulan muy pocas mujeres, confirmaron estos temores.

Las dos partes -los líderes locales y los soldados estadounidenses- han negociado y, aunque nadie quiere reconocerlo, todo indica que han alcanzado algún tipo de acuerdo. Aunque los helicópteros artillados Apache volaban a baja altura constantemente, ayer no había controles en la entrada del pueblo ni tropas patrullando. Las calles, los comercios y los cafés estaban llenos. Los efectivos de la 82ª División Aerotransportada, que el lunes y el miércoles dieron muerte a 15 personas, seis de ellas niños, al abrir fuego contra sendas manifestaciones, estaban siendo reemplazados por soldados de la 3ª División de Infantería. "El cambio estaba previsto hace tiempo", insistió el capitán de la 82ª División, Frank Rosenblett, sin haber sido preguntado sobre el motivo de la sustitución. "El alcalde se ha reunido con los líderes tribales. Ambas partes compartimos el mismo objetivo: que la ciudad sea segura. Sabemos que el 80% de los habitantes quiere a nuestras tropas aquí. Sólo hay un 20% que no", agregó el capitán. Sobre el problema de los visores, Rosenblett dijo: "Es una cuestión de confianza. Tenemos que convencerlos de que estos visores no son para mirar a las mujeres, sino que los necesitamos para defendernos de noche. El ataque con granadas es una prueba de ello".

Jalaf Aberd Chilib es un respetado líder de la localidad, situada en una zona tribal suní que tuvo problemas con Sadam Husein. Vestido de blanco, tocado con el pañuelo tradicional y una capa, Chilib afirma en la puerta del Ayuntamiento: "Ésta es una ciudad muy conservadora. Sentimos las patrullas de los americanos como una amenaza. Con los prismáticos miran a las mujeres y a las familias. La tradición y la ley islámica, que son muy importantes para nosotros, lo prohíben". Tanto Chilib como el alcalde de la ciudad, Taha Bibaywi Hameed, recuerdan que Faluga se rindió sin combatir con una condición: que los estadounidenses se quedasen en las afueras de la ciudad y que sólo entrasen en caso de problemas. Sobre lo ocurrido en las manifestaciones hay tres versiones. El capitán Rosenblett dice que sus soldados sólo tienen órdenes de disparar cuando son atacados y que un grupo de personas se parapetó tras los manifestantes para abrir fuego contra ellos. "Fuimos atacados y tuvimos que responder", dice. El líder tribal asegura que fue una marcha pacífica y que la respuesta fue desproporcionada. El alcalde habla de "matanza", aunque reconoce que "hubo disparos al aire desde el final de la marcha".

Iraquíes de Faluga despliegan varios carteles en la puerta de la alcaldía contra la presencia de las tropas de EE UU.
Iraquíes de Faluga despliegan varios carteles en la puerta de la alcaldía contra la presencia de las tropas de EE UU.AP
Empleados de una petrolera de Kirkuk guardan fila para el cobro del salario bajo la vigilancia de un soldado.
Empleados de una petrolera de Kirkuk guardan fila para el cobro del salario bajo la vigilancia de un soldado.REUTERS

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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