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Crítica:CRÍTICAS
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Estimulante ejercicio de funambulismo

España, comienzos de los setenta. Aún había grises (¡y cómo!), vendedores de enciclopedias puerta a puerta, pantalones de tergal modelo pata de elefante, rígida jerarquía en el mundo laboral y ese aire en la moda y la decoración, entre cutre y casposo, que tan bien reflejaran, bien que con otras intenciones, las entonces triunfantes comedias del landismo. En ese país a punto de mutación, en el que se empezaba a hablar de sexo, aunque la moral dominante fuera mucho más puritana de lo que desde hoy se imagina, discurre la acción de Torremolinos 73, ópera prima de Pablo Berger, y una de las películas más sorprendentes de nuestro cine más reciente.

Sorprendente, ante todo, por su coherencia estilística: narrada con los mismos desmayados, apastelados colores del cine de entonces, jugando cuando toca con las texturas del cine amateur, el filme de Berger se mueve con comodidad entre la ironía, incluso lo cáustico que se desprende de su anécdota principal (un vendedor de enciclopedias que, por presiones de su avispado jefe, termina convertido en director de películas pornográficas de venta en el extranjero, protagonizadas, eso sí, por su casta esposa; los retratos de ambos ocupan el centro de la narración), y un primoroso cuidado por sus frágiles, inocentes personajes. Cuida el director, ante todo, las motivaciones de éstos, porque sabe los riesgos que se toma: valga como ejemplo la cuitada ama de casa Candela Peña, cuyo legítimo deseo de maternidad jamás es puesto en solfa.

TORREMOLINOS 73

Director: Pablo Berger. Intérpretes: Javier Cámara, Candela Peña, Juan Diego, Fernando Tejero, Mads Mikkelsen, Malena Alterio. Género: comedia dramática. España, 2003. Duración: 93 minutos.

El resultado de esos trabajos, de ese cuidado, están a la vista: Torremolinos 73 resulta un arriesgado, estimulante ejercicio de funambulismo que cabalga entre el retrato sociológico en pasado y el desarmante amor que se profesan sus desconcertantes protagonistas. Y en un filme en el que cada cual está en su sitio, descolla un Javier Cámara espléndido, que compone un personaje dificilísimo con una contención y un oficio alejados de toda espectacularidad. A él se deben algunos de los mejores momentos de un filme tan tierno como respetuoso, tan certero en sus dardos como humanísimo en sus conclusiones.

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