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Tribuna:LA BARCELONA QUE SOMIO | Los alcaldables en el aula de EL PAÍS
Tribuna
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Hurgar en las conciencias

Hace 26 años los psuqueros, con nueve concejales, se convirtieron en el segundo partido del Ayuntamiento de Barcelona. Desde entonces siempre han formado parte, con los socialistas, del equipo de gobierno, si bien aquel número de concejales no sólo no pudo ser revalidado jamás, sino que las realidades electorales de Iniciativa per Catalunya -considerada, litigios al margen, la continuadora de las esencias del mítico PSUC- sitúan su fuerza entre los dos regidores que tiene y los tres del anterior mandato. Imma Mayol ha tenido que esmerarse, pues, en estos últimos cuatro años, como hicieron sus predecesores Eulàlia Vintró y Antoni Luchetti, para no diluirse entre tanto socialista. Y ahora, en vísperas de la campaña electoral, su rostro y gesto amable no son obstáculo para que apriete el paso marcando distancias (paradojas de la vida) con aquellos que son aún sus socios de gobierno, ERC incluida, más que con los partidos de la oposición.

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Ya le gustaría a Imma Mayol ser tan decisiva en la acción de gobierno como lo fue el equipo de concejales que encabezó Josep Miquel Abad, pero lo cierto es que los votos dan para lo que dan y hasta ahora el papel de ICV ha sido el de tratar de poner el acento en las políticas sociales y ser la voz de la conciencia ante posibles desmanes pragmáticos del partido mayoritario, el PSC. Por esto sorprende oír de su voz expresiva, que delata los ancestros mallorquines, que en este último mandato ha perdido peso la política social del Ayuntamiento y que señale, como reverso de la moneda, un gran avance en materia de movilidad.

La Barcelona con la que sueña Mayol se rige por las personas en contraposición a los rankings, los PIB y las grandes cifras macroeconómicas; una Barcelona nada convencional, generadora de alternativas para una globalización más humana, con ideas y valores capaces de transformar la sociedad, con políticos que digan lo que piensan y hagan lo que digan para dar credibilidad a una política que debe ser más participativa que representativa. Si durante la guerra de Irak iba con la pegatina del "no a la guerra", ahora no duda en apelar a Lula para no resignarse a que su ciudad niegue el futuro a los 170.000 ciudadanos que viven en la pobreza.

Es cierto, alguien debe ocuparse, en un mundo globalizado, del desequilibrio, de la marginación, de la ecología, de la inmigración, de los más desfavorecidos, que, en materia de vivienda y en el caso de Barcelona, es tanto como decir de una buena parte de su población. Todos éstos son argumentos, creo que sinceros, en el discurso de Imma Mayol. Ya hace tiempo que ella y su partido hurgan en la conciencia de los ciudadanos. En este sentido, Barcelona es un laboratorio excepcional. La ciudad ha demostrado, como reconoce el padre del presidente americano, que esa conciencia existe. Es probable que ICV sea la que está en mejor disposición para recoger y vehicular ese sentimiento. Otra cosa es que lo esté consiguiendo.

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