Los comandos especiales de Estados Unidos tuvieron un protagonismo crucial en la guerra de Irak
Para las fuerzas de operaciones especiales estadounidenses, la guerra en Irak casi comenzó con un desastre. El 18 de marzo, tres helicópteros MH-53 se desplazaron volando bajo y a gran velocidad durante la noche, hacia una zona de aterrizaje en el sur del desierto iraquí. En sus panzas llevaban camionetas Toyota que transportaban soldados pertenecientes a las Fuerzas Especiales de Estados Unidos, la vanguardia no convencional de una invasión que iba a empezar dos días después.
Pero en el torbellino de arena y polvo, uno de los helicópteros golpeó una roca que sobresalía cuando trataba de aterrizar. El MH-53 dio varias vueltas de campana y salió como despedido de un potro de rodeo antes de estrellarse con un chirriante sonido de metal doblándose. Un camión cayó encima de un soldado.
En una base aérea en Kuwait, los comandantes siguieron horrorizados el espeluznante suceso en tiempo real, gracias a que un avión de reconocimiento no tripulado Predator estaba en la zona y emitió imágenes del accidente.
"Escuché: '¡Helicóptero caído!", recuerda un soldado de las Operaciones Especiales que viajaba en uno de los otros helicópteros. "Pensé: estamos acabados. Tendremos que volver a casa. Supuse que habíamos perdido una tercera parte de nuestro equipo".
Pero la tropa y sus comandantes salieron indemnes del aparato estrellado, o al menos nadie resultó herido grave. Los soldados se abalanzaron sobre los camiones útiles y se lanzaron en la oscuridad hacia su destino final, la ciudad de Nasiriya.
Así comenzó la guerra secreta en Irak. A pesar del rocambolesco inicio, los siguientes tres días se desarrollaron con normalidad. Decenas de equipos de 12 miembros de las Fuerzas Especiales se infiltraron por el sur y por el oeste de Irak en busca de misiles Scud y de objetivos militares. Las tropas anfibias de la Marina habían tomado pozos petrolíferos e instalaciones de repostaje en la costa sur. Controladores de combate de la Fuerza Aérea volaron en aviones AC-130 y lograron establecer austeras bases que permitieron el desembarco masivo de tropas en el interior de Irak.
Estos primeros días de la guerra tan cuidadosamente preparados han marcado un hito en la historia de las Fuerzas de Operaciones Especiales, según reconocen militares de alto rango de EE UU.
Vistos tradicionalmente como unos cowboys inconformistas que deberían segregarse de las tropas convencionales, las Fuerzas de Operaciones Especiales entraron de lleno en los planes del mando central estadounidense desde el primer día.
Como consecuencia, más comandos y tripulantes de aviones de Operaciones Especiales fueron asignados para ejecutar más misiones, lo que les integró en las operaciones militares convencionales más que en cualquier otra guerra en la historia moderna de EE UU, según confirmaron veteranos oficiales. Más de 9.000 soldados de Operaciones Especiales se involucraron en el conflicto.
"Ésta ha sido la mayor integración de las Fuerzas de Operaciones Especiales con las fuerzas convencionales que yo haya visto jamás", afirmó el coronel Randy O'Boyle, comandante de la Junta de Operaciones Especiales Aéreas destacada en el sur de Irak.
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