_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Demasiado

Rosa Montero

¿No les da a ustedes demasiado miedo lo de la neumonía atípica? La historia del SRAS no acaba de cuadrarme. La enfermedad ha sido trompeteada desde el mismo principio, tanto por los médicos como por la prensa, como si se tratara de una plaga bíblica, de la peste bubónica. A lo peor termina siéndolo: es probable que la Humanidad acabe exterminada por un virus mutante, como sostiene el sabio Stephen Hawking. Pero de todas formas se diría que la gente se está aterrorizando antes de tiempo. Mientras escribo esto, en el mundo hay 4.836 enfermos de SRAS, y sólo 295 han muerto. No parece tanto, la verdad. O, al menos, no parece tanto para tanto miedo. Cada año mueren en la Tierra 17 millones de personas por infecciones tropicales. También se contagian, pero como en su mayoría son enfermos pobres su triste destino no nos interesa.

Sin embargo, China está a punto de paralizarse por el pánico, con aviones que no vuelan, empresas que cierran, colegios clausurados, cines y restaurantes en quiebra. Ahora bien, sólo han tenido 2.753 casos de SRAS y 122 muertes. En un país de 1.300 millones de habitantes. ¿No resulta excesivo que una nación se colapse a la luz de esas cifras? Todos los días, los periódicos dicen en sus titulares cosas como: "El SRAS se dispara pese a los controles...". Pero la enfermedad lleva unos dos meses y medio de expansión y aún no se ha disparado, sino que va aumentando poco a poco. Lo cual es muy preocupante, desde luego, pero, por favor, no añadamos tensión con una verborrea catastrofista. El pánico, que yo sepa, jamás ha servido para atajar una epidemia, antes al contrario; por eso no acabo de entender por qué en esta ocasión todo el mundo está agitando los fantasmas. Si tuviera una mentalidad paranoico-conspirativa, buscaría oscuras explicaciones: virus escapados del típico laboratorio militar, medicinas milagrosas que harán de oro a las empresas farmacéuticas... Pero no creo en las conjuras planetarias, porque el ser humano me parece demasiado chapucero como para poder sacarlas adelante. En este paroxismo de terror neumónico más bien tiendo a ver la crispación y la inseguridad de nuestra época, las secuelas del 11-S, el desmorone del mundo. O sea, que estamos de lo más acongojados.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_