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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Líneas quebradas

Las líneas aéreas comparten con el turismo el dudoso honor de ser los primeros mercados que resultan afectados por una crisis de naturaleza bélica. Las aerolíneas sufrieron inmediatamente el efecto de los atentados del 11 de septiembre de 2001, el principal de los cuales fue y sigue siendo el miedo a volar. El impacto del 11-S se proyectó sobre empresas que ya acumulaban pesados lastres estructurales, desde servicios muy costosos hasta plantillas desproporcionadas o vuelos de prestigio poco rentables. La desaceleración económica mundial sería el siguiente golpe, al que siguió la guerra de Irak, y ahora, la epidemia de neumonía asiática.

El panorama es casi catastrófico. En Estados Unidos, United Airlines lleva desde el 9 de diciembre en bancarrota y American Airlines considera desde hace tiempo acogerse al capítulo 11 (suspensión de pagos). En Europa quebró Swissair, la francesa Air Lib acaba de cerrar dejando en la calle a 3.400 empleados y Air France está preparando la venta de entre el 30% y el 35% del capital al sector privado en el segundo semestre. Todas ellas consideran de una u otra forma la posibilidad de recortar plantilla, reducir drásticamente la calidad del servicio -sobre todo las aerolíneas europeas- y suprimir vuelos. Y casi todas ellas presionan y negocian para obtener ayudas públicas que contribuyan a rebajar la intensidad de la crisis. Estados Unidos va en cabeza de esta concesión. El Congreso aprobó la semana pasada una ayuda federal de unos 3.000 millones de dólares a las aerolíneas con problemas financieros.

La solución para esta crisis no es única, puesto que sus causas son estructurales y coyunturales entremezcladas. Las ayudas públicas no deben concederse sin un compromiso estricto de reducción de los costes excesivos de funcionamiento y sin planes muy detallados de saneamiento financiero. Los modelos de gestión deberían aproximarse a los que tan eficaces se han demostrado en las líneas de bajo coste, que sobreviven cómodamente e incluso arrebatan crecientes cuotas de mercado a las grandes. Debería recuperarse la política de alianzas o fusiones entre las compañías, que no es contradictoria con la tarea urgente de reducir costes. La flexibilidad en la prestación de servicios se consigue mejor en empresas grandes que en compañías diminutas.

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