Camino de escollos

La segunda reunión organizada por EE UU con notables iraquíes, esta vez en Bagdad, para perfilar la transición del país árabe hacia un sistema democrático ha alumbrado, junto a numerosas divisiones, el compromiso inicial de celebrar en un mes una conferencia nacional para designar un Gobierno interino. Los planes de Washington afrontan dos escollos fundamentales: uno, la escasa o nula sintonía entre los hombres del exilio y los líderes locales emergentes; otro, la rapidez y determinación con la que están moviéndose los jefes religiosos chiíes, el credo de la mayoría de la población y el oficial en el vecino Irán, para ocupar parcelas de poder local después de haber actuado en la clandestinidad durante estos años.

Al virrey estadounidense, Jay Garner, le va a ser mucho más fácil, pese a sus dificultades, poner en marcha una administración para los servicios básicos destruidos por la guerra que dar pasos consistentes en la dirección del futuro Gobierno. Frente a la ingenuidad de las ideas bosquejadas por la Casa Blanca sobre cómo organizar Irak sin Sadam, los iraquíes miran a sus ocupantes con más sospecha que agradecimiento, incluso aquellos grupos patrocinados abiertamente por Washington. Desconfianza acentuada por el hecho de que EE UU no ha sido todavía capaz de articular una visión clara de su papel o la duración del mismo. El ministro de Defensa, Rumsfeld, que debe llegar hoy a Bagdad, acaba de decir que sus tropas permanecerán en Irak hasta su completa estabilización en manos de un Gobierno democrático. Lo que podría llevar años. Otros en la Administración de Bush hablan de una estancia breve.

El mayor desafío para EE UU -y el mayor temor de los iraquíes- es el de evitar una lucha por el poder entre las facciones emergentes que cada día salen a la luz con nombre de partido o grupo religioso, que en algunos casos llevan aparejada la incipiente formación de milicias armadas.

De la plétora de aspirantes a llenar el hueco que monopolizaba Sadam algunos abogan por una democracia laica, pero otros, influyentes, promueven abiertamente un Gobierno islámico sobre el molde iraní. Justo el modelo declarado impensable por EE UU. En este escenario, uno de los elementos decisivos es qué va a hacer Washington con el grupo religioso mayoritario en Irak, los chiíes, y sus organizaciones y sistemas de liderazgo. ¿Va a contar con ellos o los considera un fermento teocrático inadmisible en sus planes para democratizar el país?

Ante la rapidez de los acontecimientos, algo está claro ya, sólo tres semanas después del desplome de la tiranía, y es que cualquier intento de trazar por la fuerza el futuro del país está condenado al fracaso. El gran reto de la conferencia nacional acordada ayer es encontrar un puñado de iraquíes de talante reformista y con el suficiente predicamento social como para comenzar a poner en sus manos, todo lo provisionalmente que se quiera, el control de sus propios asuntos.