Cuarteto de cuerdas tensas
Estos días están viendo a la vez el triunfo militar de la unipolaridad en Irak y el diplomático de la multipolaridad con la labor del Cuarteto en Oriente Próximo. Esta formación política ha logrado presionar a Arafat para aceptar un Gobierno con Abu Mazen como primer ministro, que abra la Hoja de Ruta o itinerario (que no plan de paz) hacia otro futuro, uno de dos Estados en el horizonte de 2005. ¿Es el Cuarteto una nueva forma de gobernación internacional? Quizás. Ha demostrado su eficacia.
Formado por Estados Unidos, la Unión Europea, la ONU y Rusia, no es aún la materialización de ese ser vaporoso que se suele llamar la "comunidad internacional" -faltan algunos elementos importantes-, pero se acerca a ello. Puede servir para promover una paz en Oriente Próximo, para la que es absolutamente necesario EE UU, más aún tras la guerra de Irak, que ha cambiado la ecuación regional. Aunque incluso la superpotencia, sola, resulta insuficiente. Washington influye sobre Sharon (al revés también), pero son los europeos los que más influyen sobre los palestinos, especialmente sobre Arafat, a quien literalmente salvaron la vida durante el asedio israelí de Ramala.
Hijo de la frustración, el Cuarteto nació de manera informal el 18 de septiembre de 2001 de una reunión en el despacho de un ministro de la Autoridad Palestina de representantes en la zona de esas cuatro instancias. Posteriormente, a una reunión entre el secretario general de la ONU y el alto representante europeo, Javier Solana, en el ambiente enrarecido tras el 11-S de la Asamblea General de la ONU en Nueva York en noviembre, para discutir cómo reemprender ese proceso de paz, se sumaron Powell e Ivanov. Eran aún los tiempos de los informes Mitchell y Tenet, y no de la Hoja de Ruta. Luego, los representantes de los cuatro en la zona -Burns, Moratinos, Larsen y Dvovin- prosiguieron su labor. Para Miguel Ángel Moratinos, la formación del nuevo Gobierno palestino y la publicación del itinerario pueden constituir un broche de oro a la incansable labor desempeñada en momentos muy difíciles por este diplomático español, que es desde 1996 representante especial de la UE para el proceso de paz.
Sin una voluntad real de estos cuatro actores y sin una presión internacional coordinada, y lo más armoniosa posible, las dos partes -Israel y los palestinos- no se moverían. Es la que aporta el Cuarteto, que representa el multilateralismo que Sharon no quiere. Sus integrantes, junto a Egipto y algún otro país, han sido decisivos para convencer a Arafat de que cediera (aunque no ha cedido del todo y pretenda cortocircuitar a Abu Mazen). Tienen además un papel que cumplir como observadores y verificadores de los hitos recogidos en el itinerario.
Las cuerdas de este Cuarteto que trabaja por consenso están muy tensas, en un momento en que la Administración de Bush no está a bien ni con la UE como tal ni con Kofi Annan ni con Putin. De hecho, la proximidad de la oficialización de la Hoja de Ruta está creando nuevas tensiones entre EE UU y los europeos, pues tanto EE UU como Sharon quieren marginar completamente a Arafat en beneficio de Abu Mazen. Al cabo, es posible que el éxito del Cuarteto -haber llegado hasta aquí-se traduzca, aunque pueda parecer paradójico, en un debilitamiento del propio Cuarteto.
El Cuarteto recuerda, en parte, a aquel Grupo de Contacto para la antigua Yugoslavia -formado en 1994 por Estados Unidos, Francia, Alemania, Reino Unido y Rusia, más la presencia ocasional de la presidencia de turno de la UE-, que también desempeñó un papel decisivo, tampoco exento de tensiones, en los Balcanes. ¿Sirven estos modelos para este momento unipolar, por no decir imperial? Posiblemente. No se trata de legalidad, para la que hay otras instancias, ni de democracia (la vida internacional no es democrática), sino de eficacia. Puede ser el precursor de una nueva diplomacia multilateral y flexible, que incorpore a la ONU, pero no la ponga en el centro.
aortega@elpais.es
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