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Columna
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Cartas cubanas

Escritores y artistas de Cuba han lanzado un Mensaje desde La Habana para amigos que están lejos, y he recordado otra época, cuando en mis años de facultad redactábamos en Granada cartas al régimen franquista pidiéndole misericordia, digámoslo así: perdón para condenados a muerte, leyes democráticas, libertad para los presos políticos. No era fácil recoger firmas en Granada. Son inútiles estos papeles, me dijo entonces algún demócrata estupendo, muy izquierdista y muy sabio, que se negó a firmar. El hombre llegó lejos, ocupó altos cargos en el posfranquismo democrático, y tenía razón: aquello era como escribirle a un dragón exigiéndole que no nos coma. Pero las firmas cumplían una función propagandística: además de preparar el cambio de régimen, aliviaban la resignación.

Ahora escribimos cartas contra las ejecuciones y encarcelamientos en Cuba, y escritores y artistas cubanos responden con un Mensaje desde La Habana. Dicen que su patria está amenazada. Las ejecuciones, la cárcel política, serían medidas enérgicas, indeseables, en defensa propia, frente a los Estados Unidos. Con sorpresa y dolor ven que "entrañables amigos" han firmado "manifiestos calumniosos", mezclándose con la "maquinaria de propaganda anticubana": extraños amigos entrañables, a los que se considera calumniadores. Yo me atrevo a hacer una pregunta. ¿Por qué estos cubanos, en vez de escribirles a los amigos que están lejos, no les escriben a los que tienen cerca? ¿Por qué no le escriben a Fidel Castro pidiendo misericordia, rechazando lo indeseable?

Sé que para ellos es incomparablemente más difícil que para nosotros en los años 70. No hay castristas visibles a favor de una transformación democrática, como aquí hubo franquistas, ni quedan en La Habana periódicos no gubernamentales. En Granada publicábamos nuestras cartas en Ideal, entonces periódico de la Editorial Católica, que no pertenecía al Estado pero tampoco era precisamente de izquierdas. Aunque la situación en Cuba es pavorosa, seguro que los autores del Mensaje a los amigos que están lejos descubren el modo de dirigirse públicamente a los hermanos Castro, a sus funcionarios mayores y menores, al Partido.

En Andalucía algunos de los firmantes son como del lugar: pienso en el poeta Cintio Vitier, que aquí fue editado; oigo a Leo Brouwer, tan ligado a la historia de la música en Córdoba; incluso recuerdo que la cantante sevillana María Jiménez debutó con una canción de Silvio Rodríguez. Los admiramos. Si escribieran una carta en La Habana pidiendo libertades, seguramente sería muy peligroso y absolutamente inútil, pero crearían algo de esperanza en la población desesperada. Demostrarían que, a pesar de la vigilancia policiaca, en Cuba se puede vivir y pensar de distinta manera a como manda el gran Fidel Castro, por más que Castro no tolere que se vean las cosas de manera distinta a la suya. Es una empresa arriesgadísima, pero los firmantes del Mensaje son personas muy valiosas y seguro que encuentran las palabras para, defendiendo su independencia y la de su patria, dirigirse a su venenoso dragón.

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