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LA TRANSICIÓN EN IRAK | Los horrores del régimen

El régimen que espiaba a todos sus ciudadanos

Jorge Marirrodriga

Universidades, comercios o pequeñas empresas, daba igual, no había lugar de la sociedad iraquí que, durante el régimen de Sadam Husein, escapara a la vigilancia de la policía secreta política, la llamada Mujabarat. Los iraquíes se habían acostumbrado al miedo a ser espiados y a ser detenidos por cualquier motivo, incluyendo los posibles delitos contra el régimen cometidos por un familiar. Tras la caída de Sadam, afloran los testimonios sobre la represión corroborados por decenas de documentos robados de la sede de los servicios secretos iraquíes durante los saqueos.

"La Universidad Sadam Husein era un centro de opresión del que formaban parte activa sus profesores", recuerda Mahdi Pashim, un docente de lengua árabe de 50 años de edad. "Los profesores obligaban a sus alumnos a asistir a las reuniones del partido. A los asistentes, o sea, a todos, se les alistaba automáticamente en los cuerpos paramilitares del régimen y luego la propaganda oficial los llamaba voluntarios. Así no es extraña la desbandada ante el Ejército americano".

Mahdi recuerda que lo peor era el ambiente asfixiante que provocaba la sensación de ser constantemente espiado. "Todo el mundo podía escribir un informe sobre ti, tanto profesores como alumnos. Nunca sabías si tu mejor amigo era un informante o si, por ejemplo, tenía un pariente en prisión y le obligaban a informar de sus compañeros".

Órdenes de fusilamiento

Abbas al Cheroqui, de 39 años, tiene en su casa seis sacos con informes de la Mujabarat. Cualquiera de las carpetas da idea de lo que ocurría bajo el régimen de Sadam Husein.

"Pedimos que se detenga a la familia del soldado Alí Abdulmayil por haberse pasado al bando del enemigo persa. La familia vive en Sadam City. Debemos saber lo antes posible el nombre de sus hermanos militares", reza un expediente fechado el 8 de agosto de 1984. En la misma carpeta están las órdenes de detención, encarcelamiento y fusilamiento de miembros de la familia del desertor.

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"Había corrupción y miedo por todas partes", recuerda Ahman Mayir, un conductor de 38 años que trabajaba en la distribución de la comida que llegaba gracias al Programa Petróleo por Alimentos patrocinado por Naciones Unidas. "El director del almacén donde yo trabajaba separaba los alimentos de buena calidad y los vendía después en el mercado negro. Había nacido en Tikrit, la misma localidad de la que procede la familia de Sadam Husein, y tenía establecido un sistema de premios -casi siempre sobornos- y castigos entre los trabajadores. Naturalmente, los primeros siempre eran para los miembros del partido".

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Sobre la firma

Jorge Marirrodriga
Doctor en Comunicación por la Universidad San Pablo CEU y licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra. Tras ejercer en Italia y Bélgica en 1996 se incorporó a EL PAÍS. Ha sido enviado especial a Kosovo, Gaza, Irak y Afganistán. Entre 2004 y 2008 fue corresponsal en Buenos Aires. Desde 2014 es editorialista especializado internacional.

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