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Análisis:
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Un silencio inabarcable

Tuve el privilegio, y el martirio, de asistir al estreno de Shoah en Berlín, en su primera proyección en la gran sala del Urania, en el borde de Kreutzberg, creo que hacia la mitad de una Berlinale de hace entre 15 y 20 años. Las 10 horas de duración de aquel colosal, pero frágil, delicado, íntimo esfuerzo de introspección en el abismo del siglo XX por un poblador de ese abismo escondido detrás de una cámara insaciable era respondido con el enorme, y sin embargo liberador esfuerzo de verlo en toda su dura duración, en su abrupta, abrumadora, y sin embargo imprescindible, continuidad secuencial.

Porque sólo así, de un solo trago, con la pausa necesaria para que no duelan demasiado los huesos y para alimentarse y librarse de viejos alimentos sin romper el hilo del recogimiento y el sobrecogimiento, se percibe en toda su delicada verdad el hilo de seda que segrega la advertencia de Claude Lanzmann de que la enorme Shoah no es troceable, a la manera que no lo son un pensamiento y una oración, pues sólo en la captura de la totalidad circular, en el apuramiento del tiempo cerrado sobre sí mismo donde flota éste supremo instante del cine considerado como forma de conocimiento, es posible entrar dentro y allí percibir la filigrana de la construcción formal que lo sostiene.

No hay otra forma de ver Shoah -y así librarse de la fatiga que causa en el espectador lo que tiene de colosal esfuerzo compilatorio y acumulativo- que la continuidad, la contemplación vivida como una disciplina moral enlazada con la que expulsa hacia fuera la pantalla de Shoah. En aquella sesión del Urania hubo un instante en que la fatiga de la pantalla comenzó a diluirse entre el mar de cabezas absortas en la pantalla y, en medio de un silencio audible, el transcurso del filme comenzó a perder lo que inicialmente tenía de losa para finalmente hacerse no ya soportable sino incluso ligero.

A nadie invitaré a someterse a un ejercicio extenuante de amor al cine llevado al límite. El propio Claude Lanzmann acepta la división de la contemplación de Shoah en dos mitades de alrededor de cinco horas, pues así la memoria puede mantener tenso un hilo de continuidad que deje asistir al desvelamiento del enigma de la unidad formal de esta inmensa y genial obra, cuya energía sólo -y de manera enlazada con aquella fascinada visión del Urania- sé explicar como un milagro de acoplamiento entre la materia que se narra y el lenguaje narrador. Porque Shoah es una pudorosa indagación dentro de la sustancia indescifrable e inabarcable del silencio mortal del Holocausto, con mayúscula, un silencio que está en ella, materialmente en ella, y da forma a su secuencia.

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