La 'pared' de André Breton se exhibe en el Centro Pompidou
El artista reunió en su estudio más de 200 objetos y obras de arte
La famosa pared que protegía las espaldas de André Breton mientras trabajaba o soñaba en su estudio de la Rue Fontaine de París ya ocupa un lugar definitivo en el Centro Georges Pompidou. Son casi 200 objetos reunidos por el Papa del surrealismo: de telas de Miró, Kandisnki o Douanier Rousseau a máscaras balinesas, guijarros franceses u ojos de cristal egipcios, pasando por muebles religiosos españoles o remos maorís.
Las piezas que componen la pared de Breton se presentan ahora al público en muy buena compañía: junto al Guillermo Tell de Dalí, el retrato de Washington por Duchamp, La bailarina española de Miró, el Hitler de Victor Brauner o un formidable Max Ernst, compendio de la colección surrealista que posee el museo nacional de arte moderno.
Tras los diez días ocupados por la polémica subasta del legado bretoniano, después de que gran parte de las mejores obras del mismo hayan sido adquiridas por el Estado, el parisino Pompidou inaugura una nueva disposición de sus colecciones y las muestra, incluyendo también lo donado por la viuda y la hija de Breton.
La actual presentación ofrece un recorrido muy completo sobre el arte moderno y contemporáneo, organizada en seis grandes áreas temáticas: el color como forma y tema, la deconstrucción de la forma como camino hacia la abstracción, el modelo interior, la anti-pintura, la nostalgia de la tradición y la arquitectura y el diseño ante el reto del racionalismo.
La pared tiene, al margen del mayor o menor interés que uno pueda prestarle a cada una de las obras, el valor de presentar, sin jerarquía alguna, todas las categorías ideadas por Breton para una exposición surrealista de objetos de 1936, pues junto a las obras propiamente surrealistas -es decir, que lo son voluntaria y conscientemente, si se nos permite la contradicción-, encontramos objetos naturales (minerales e insectos), objetos encontrados, objetos interpretados, objetos populares, objetos mágicos, objetos salvajes o primitivos y fetiches y máscaras americanas y de Oceanía.
Aunque sea museificada, institucionalizada y fijada para la eternidad -justo lo contrario de lo que exigía André Breton, siempre dispuesto a cambiar el orden de la pared, a vender un de chirico para pagar el recibo de la luz al tiempo que adquirir una estatuilla aborigen-, esa pared sigue siendo un maravilloso ejemplo de mirada poética y revolucionaria, una manera de afrontar el mundo, una auténtica declaración de principios.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.