Renfe descarrila

Con la línea del AVE entre Madrid y Lleida pendiente aún de una fecha definitiva para su inauguración, una vez se subsanen las deficiencias detectadas en los viajes promocionales, un informe elevado al consejo de Renfe revela el mal estado de las vías tradicionales de la red nacional. Es muy probable que la serie de accidentes ferroviarios registrados últimamente y que, según las primeras investigaciones, no se debieron a fallos técnicos ni a errores humanos, tengan su explicación en el deterioro de las infraestructuras.

En sus comparecencias ante el Parlamento, el presidente de Renfe admitió que se habían detectado errores en las tareas de mantenimiento en relación a los accidentes del Talgo en El Bierzo y en Pancorbo; el de Tobarra, en el que fallecieron dos pasajeros, se encuentra bajo secreto sumarial. Pero envolvió esos fallos con cifras sobre el descenso de accidentalidad en la compañía en los últimos años.

El ministro de Fomento, Francisco Álvarez-Cascos, ha ido vendiendo por toda España que la mayoría de las capitales dispondrán de AVE en breve. Es una fantasía que incluye en la alta velocidad a unas líneas que, como mucho, sólo mejorarán su trazado para elevar la velocidad punta de 160 a 200 km/h, y que olvida los 3.000 kilómetros de red que necesitan de una revisión. En algunos tramos, como en el caso del accidente de Pancorbo, se han detectado fallos en el paralelismo de los carriles; en muchos otros se han observado problemas de mantenimiento en relación a lugares propensos a desprendimientos ocasionados por la lluvia o el viento.

La situación ha obligado a Renfe a elaborar un plan urgente de actuaciones de cuatro años para la renovación de vías. La responsabilidad pública respecto al ferrocarril no se agota con las inauguraciones o las promesas de inversiones; incluye las medidas que garanticen la seguridad de la red existente. Los últimos accidentes y el propio informe de Renfe indican que esta responsabilidad ha descarrilado.