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Reportaje:GUERRA EN IRAK | Los crímenes

Los presos del subsuelo

Los iraquíes tratan de localizar bajo tierra a los encarcelados por el régimen de Sadam antes de que mueran de hambre y de sed

Ángeles Espinosa

Cuando el candado cede, los hombres, casi todos jóvenes, se lanzan a la carrera hacia el edificio de dos plantas y lo recorren en desorden golpeando paredes y suelos. No son ladrones. Buscan presos políticos. Algunos tienen familiares desaparecidos. Otros ejercitan con este gesto su recién estrenada libertad. En este Bagdad del caos y la desesperación, han esperado a la periodista antes de forzar su entrada en lo que sospechan es una cárcel secreta de Sadam en la plaza de Ferdous. No quieren ser confundidos con asaltantes.

Varios creen haber oído ruidos en el hueco del ascensor y antes de tomar precaución alguna, ya están dentro escarbando entre la basura en busca de alguna trampilla. "Les encerraban bajo tierra, con sólo un pequeño agujero para la ventilación y para hacer llegar el agua y la comida", declara Saad Shayán con una seguridad que hace temer que fuera un carcelero.

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Shayán explica que lo aprendió todo el día anterior al descubrir una prisión secreta en el barrio de Kadhumiya. Está buscando a su primo Yasem Mohamed.

"En la cárcel de Kadhumiya hay seis pisos bajo tierra, todo un edificio enterrado", cuenta atropelladamente y aún impresionado. "Algunos prisioneros estaban con el agua al cuello y colgados de barras para evitar ahogarse porque se había filtrado agua del río", añade, "luego llegaron los soldados estadounidenses y ya no se puede visitar". De acuerdo con el relato de varios testigos, hallaron a 16 hombres encerrados, al parecer algunos de ellos kuwaitíes. "Todo Irak es una cárcel subterránea", asegura Haider Anwar, un estudiante de informática que colabora en la búsqueda.

"Hay miles más bajo tierra, algunos desde 1979, tenemos sus fichas", asegura Ani Riad antes de pedir que "todos los miembros de los Gobiernos de Sadam sean juzgados". "Después de cinco días sin agua ni comida, los presos deben estar muriéndose por eso tenemos que darnos prisa en encontrarlos", subraya Shayán sin dejar de buscar la dichosa trampilla. El edificio ha sido saqueado con anterioridad y miles de papeles se hallan desperdigados por todo el recinto dificultando la tarea.

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Varios de los documentos son transcripciones de escuchas telefónicas, en las que consta el número de teléfono, la fecha y la hora de la conversación. También hay algunas fotos. Una de ellas, datada en octubre de 2002, muestra a un iraquí en una habitación de hotel en Estambul. Todo parece indicar que, en efecto, el lugar estuvo ocupado por alguno de los múltiples servicios secretos del régimen de Sadam. Y sin embargo, desde la calle, nada lo hacía sospechar. Sobre la puerta, una azora del Corán había convencido a esta enviada de que se trataba de un centro religioso.

"Necesitamos maquinaria pesada para perforar el suelo", sugiere uno de los voluntarios, "¿no podría pedírsela usted a los americanos?". Antes de que la reportera tenga ocasión de explicar que carece de línea directa con las fuerzas de ocupación, media docena de soldados cruzan el patio y piden que se desaloje el edificio.

Fuera, parte de estos activistas espontáneos sigue dando vueltas a la plaza con una pancarta en árabe en la que puede leerse: "El ejecutor ha huido y los presos políticos van a morir, no tienen comida ni agua".

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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