Historia de una traición
Arnes homenajea a seis campesinos ejecutados en 1947 por colaborar con el maquis
Seis campesinos fueron fusilados en el campo de fútbol de Arnes (Terra Alta) el 7 de septiembre de 1947 por la Guardia Civil acusados de de ser guerrilleros antifranquistas. La suya fue una historia de traición de uno de sus jefes -que les delató y trató de asesinarles-, de tortura y aplicación de la ley de fugas, de ejecución sumaria, de ocultación de lo sucedido a sus familias, algunas de las cuales todavía no saben qué pasó con ellos y dos hace dos meses que se enteraron. Joaquín Anglés, Antonio Martí, Rafael Membrado, Valentín Santapau, Rafael Serret y José Peris recibieron el pasado sábado un homenaje en el Ayuntamiento de Arnes, localidad donde fueron enterrados sus cuerpos sin saber quiénes eran.
La historia de los seis campesinos ha visto la luz por la acción de la asociación Amical de Cataluña de Antiguos Guerrilleros y del Grupo de Investigación sobre Guerra Civil y Franquismo después de bucear en archivos de la Guardia Civil, ayuntamientos y juzgados. El caso se recoge en el libro Maquis: El puño que golpeó el franquismo, que se presentó el pasado jueves en el Museo de Arte Moderno de Tarragona.
El de 1947 fue un año de logros para la guerrilla del Levante peninsular. En el sur de Tarragona, Teruel, Cuenca, el norte de Valencia y parte de Zaragoza los maquis, que llegaron a ser 700 militantes, tenían presencia en 36 pueblos y habían realizado 54 sabotajes y 53 atracos. El régimen franquista decidió iniciar una gran ofensiva y el 14 de agosto fue atacado el campamento guerrillero de Valderrobres, en el Matarraña. El resultado: 300 detenidos. Entre ellos, Rafael Ferreró, un subcabo del somatén, infiltrado en el maquis, que no tardó en revelar nombres de colaboradores de la guerrilla. A Ferreró se le exigió que asesinara a 10 de ellos, todos de la población de Ráfales, también en el Matarraña. Su traición se consumó de noche. Desperdigó a sus futuras víctimas por el bosque y, uno a uno, trató de acuchillarlos. Consiguió acabar con dos. A Rafael Serret, de mote Xiquerita, lo hirió, y el resto consiguieron escapar. Algunos, a Francia.
Serret fue menos afortunado. Regresó a su pueblo y fue arrestado y encarcelado en la prisión de Alcañiz. Serret uniría entonces su suerte a la de Anglés, Martí, Membrado, Santapau y Peris. Un pelotón los sacó de la prisión, los trasladó a Arnes y los fusiló en el campo de fútbol. Membrado fue ejecutado sentado en una silla. No podía caminar dado que se había lanzado al vacío desde el Ayuntamiento de Aguaviva para huir de las torturas, según explicó Carles Llauradó, miembro del colectivo de historiadores que investigan el maquis.
El Ayuntamiento de Arnes únicamente recibió la orden de los agentes de enterrar los cuerpos. Sus familiares nunca supieron nada. Los que se interesaron entonces recibieron evasivas. "Estarán en casa. Estarán con sus amigos en los montes", fueron las evasivas que se les dio, explica Llauradó. A Ráfales llegó rápidamente la noticia de la ejecución colectiva de Arnes, pero nunca se les confirmó nada, según Guillermo Vicente, yerno de Xiquerita, que sí pudo añadir algo más del destino de Ferreró, el miembro del somatén: "Trató de ahorcarse, tal vez arrepentido". Un grupo de vecinos se lo impidió. Y vivió largos años todavía en el mismo pueblo.
Los intentos del grupo de investigadores y de Amical por localizar al resto de los familiares de los ejecutados han resultado infructuosos por el momento.
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