Cómo arriesgar sin dinero
Es el momento más esperado por cualquier estudiante de Arquitectura: la presentación ante el tribunal correspondiente de su proyecto fin de carrera, un trabajo de corte profesional que cuenta con la ventaja de que sólo (y no es poco) debe enfrentarse al juicio de los profesores universitarios, sin tener que pasar por el tamiz del cliente o los ajustes del constructor. La semana pasada, la Escuela de Arquitectura de la UPV acogió la presentación de una veintena de proyectos ante seis tribunales en una de las cuatro convocatorias anuales.
En general, la escuela de San Sebastián suele tener algo más de 150 proyectos en trámite al año. Los programas elegidos, los gustos y las orientaciones cambian como lo hace la arquitectura contemporánea, pero sigue existiendo el salto entre el atrevimiento del alumno y el espíritu más o menos conservador de los cinco profesores que componen el tribunal, aunque también se encuentran unanimidades.
Entre las propuestas presentadas en esta última ocasión figuran desde un balneario a una estación de autobuses pasando por un centro de ocio, o la ordenación del centro de una ciudad histórica. Se nota la escasez de proyectos de vivienda. Quizá sea por la dificultad de este programa, porque se cae en el riesgo de ceñirse demasiado a la realidad o en la pretensión soñadora de una vivienda imposible. En cuanto a las calificaciones, hay de todo: muy pocos suspensos, ya que el periodo de realización del proyecto es flexible, y hasta algún 10.
La matrícula de honor de esta convocatoria la ha conseguido Amaia Casado, de 27 años. El último año y medio ha estado preparando su Intervención y recuperación del área arqueológica de la Estación Termini de Roma, un proyecto que surgió del curso que pasó estudiando en la capital italiana con el programa de intercambio Erasmus. Amaia Casado eligió una zona caótica en una ciudad caótica de por sí.
El tribunal reconoció el acierto en la nueva distribución de la plaza y la originalidad del museo al aire libre que se proyecta a partir del uso de gaviones. Estos cestones de redes metálicas, usados en la ingeniería hidráulica, toman aquí un nuevo uso, al pasar a ser el continente que muestra los restos de mármol, ladrillo, alabastro y otros materiales de distintas épocas que surgen de la excavación arqueológica. Como forma de distinción de este espacio expositivo, el tribunal también estimó la elección de unas urnas de cristal contiguas a los gaviones donde exhibir los mejores objetos procedentes de la excavación.
Esta unanimidad de 10 entre los que examinan el proyecto no es habitual, ni mucho menos. Ahí está el caso de Ibon Salaverria, nacido en 1974, cuyo proyecto de un centro de ocio y cultura contemporánea en San Sebastián levantó más de una polémica entre los miembros del tribunal. Así y todo, Salaverria ha obtenido un 9, con una propuesta que pretende la "antiarquitectura", en sus palabras. "Es un proyecto sin ninguna referencia a la construcción tradicional, desde su propia presentación, que no recogía las habituales docenas de planos", comenta.
En esta convocatoria también presentaba su proyecto Goretti Fariñas, una propuesta ceñida a la actualidad: un balneario en Sobrón, donde un grupo hotelero tiene previsto abrir un establecimiento de este tipo en 2005, aunque su idea, que obtuvo un 8, va mucho más allá.
APUNTE
Los interesados en consultar los proyectos de la Escuela de Arquitectura de San Sebastián pueden acudir a su biblioteca, donde se agolpan los trabajos que han ido realizando los alumnos a lo largo de estos años, aunque todavía faltan los correspondientes a los dos últimos cursos. El libro 'Proyectos', de Luis Sesé y Juan José Segú, recoge una selección de los presentados a principios de los años noventa.
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