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GUERRA EN IRAK | El caos

Las prisiones guardan los oscuros secretos del régimen

"Éste es un lugar en el que la gente entraba, pero nunca volvía a salir", afirmaba ayer Yousef Khamis, mientras se abría camino entre los escombros que quedaron después de los saqueos a los cuarteles del Servicio de Inteligencia iraquí. "La gente solía venir aquí a preguntar por sus parientes, pero si preguntabas demasiado podías acabar también detenido", explicaba.

Tras la caída del régimen, un enjambre de saqueadores se ha paseado por los edificios gubernamentales de la capital en busca de muebles y provisiones. Pero muchos también han irrumpido en las principales prisiones y agencias de seguridad, en busca de información sobre parientes y amigos desaparecidos hace décadas. Los documentos más celosamente guardados por el régimen están ahora esparcidos por las calles de Bagdad.

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"Mi esposo, mi hijo, mi hermano... todos fueron detenidos", decía una mujer en los pasillos del edificio: "Estoy buscando sus documentos, ¿los han visto ustedes?". En la sección de oficinas del Servicio de Inteligencia, montañas de papeles dan testimonio de la perversión del régimen; decenas de expedientes de detenidos en los que no figuran los cargos que se les imputan, documentos de identidad y pasaportes, algunos de ciudadanos kuwatíes.

Un pasillo húmedo y estrecho conduce a los calabozos; celdas de dos por dos metros, sin luz y dotadas sólo con un grifo. En sus paredes hay grabados que cuentan el sufrimiento de los presos. En uno de ellos se puede leer: "Ahora digo sí a Sadam Husein, siempre Sadam Husein".

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