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COPAS Y BASTOS
Columna
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Daños colaterales

Cayó Bagdad. Las imágenes del derribo de la estatua de Sadam Husein frente al hotel Palestina me parecieron bastante cutres, y más todavía cuando el señor Aznar se atreve -menudo atrevimiento- a comparar esa acción con la caída del muro de Berlín. No ha habido gloria en ese derribo, con el marine cubriéndole, tapándole la cara al dictador con la bandera norteamericana, y más cuando el dictador sigue en paradero desconocido. Dicen que, en caso de encontrarle, tienen orden de darle muerte. Tal vez entonces mejoren la imagen del derribo de la estatua (una vez muerto, podrían colgarle de los pies, cabeza abajo, como hicieron los italianos con Mussolini en el piazzale Loreto, en Milán). Ésa es una imagen que debería agradarle al presidente Bush. A fin de cuentas, ésa es su guerra.

Hay otra imagen que me llamó la atención: la de ese iraquí besando a un marine poco después de la "liberación" del centro de Bagdad. Comentando esa imagen, el redactor de El Periódico se pregunta si será uno de los fedayin o un ferviente nacionalista opuesto al invasor, o bien si será un chiíta que recuerda las matanzas de Sadam contra los suyos, o si será un demócrata. Puede ser cualquiera de ellos, y puede incluso que sea un hombre al que le gustan los demás hombres, y más si éstos tienen buen aspecto y van disfrazados de marines. Pero lo que me llamó la atención es que fuese un hombre y no una mujer. En Roma città aperta eran las mujeres las que besaban a los liberadores. Y en París ocurría lo mismo con los tanquistas de la división del general Leclerc, y algunos de esos tanquistas eran españoles, republicanos. Supongo que en Bagdad a las mujeres les debe de estar prohibido besar a los marines, al menos en público.

Llevamos ya tres semanas de guerra y la guerra sigue. Para mí, lo más doloroso de esa guerra, de todas las guerras, son los llamados daños colaterales. El cámara de la televisión asesinado -ase-si-na-do- en el hotel Palestina o esa criatura que perdió el brazo -El Roto le vendó el muñón con la bandera norteamericana-. Afortunadamente, no he tenido que participar en ninguna guerra, pero he conocido, por desgracia, bastantes daños colaterales. Siendo un crío estuve a punto de fallecer de inanición en un tren de refugiados que huía del París amenazado por los nazis, he visto a hombres que regresaban de los mal llamados campos de concentración -eran de exterminio- y a mujeres con la cabeza rapada. Y muy especialmente recuerdo a una María, una polaca, joven, muy hermosa, con todo el pelo blanco: le habían matado a casi toda su familia (a la madre y a una hermana, los nazis; al padre y a un hermano, los rusos, en Katin). También aquí he conocido otros daños colaterales, secuelas de la guerra civil: odios y venganzas entre familias que terminaban con denuncias y cárcel y algún que otro fusilamiento en el Camp de la Bota.

Veremos cuándo y cómo se acaba esta guerra, una guerra ilegal. Y veremos cuándo y cómo empieza la próxima. Siempre ha habido guerras y siempre las habrá. Con sus respectivos daños colaterales: muerte, mutilaciones, hambre, miseria, familias destrozadas, gentes forzadas a abandonar su país... Precisamente sobre uno de esos daños colaterales, el mundo de los refugiados, Ariane Mnouchkine acaba de estrenar un montaje en su Théâtre du Soleil, en la Cartoucherie de Vincennes (París). Lo estrenaron el día 2 de este mes y se titula Le dernier caravansérail (Odyssées).

La Mnouchkine y su Théâtre du Soleil son toda una institución dentro de la escena europea, y mundial, con un grado muy elevado de compromiso social y político, un caso bastante atípico en estos días. No es, pues, de extrañar que la Mnouchkine se haya decidido a abordar el tema de los refugiados, y más teniendo en cuenta que entre los 35 actores y actrices de su teatro hay un buen número de ellos: argelinos, latinoameriacanos, tibetanos, kurdos, afganos.

El montaje se empezó a preparar hace un par de años. Durante este tiempo, la Mnouchkine, sus actores y un equipo de colaboradores han visto un montón de filmes, de documentales, de fotografías, y han escuchado un sinfín de relatos, de experiencias personales vividas por los refugiados de muy diversos países, experiencias recogidas en ciudades y pueblos de los cinco continentes. Con estas experiencias se han elaborado un total de 398 escenas, breves improvisaciones, de las que al final se han seleccionado unas sesenta, que son las que se muestran en el espectáculo. Una de las actrices, la rusa Elena Loukiantchikova, hablando de este montaje decía lo siguiente: "En Rusia, en el teatro de mi país, he buscado la manera de poder hablar del tiempo presente, del drama que se vive en Chechenia. Pero los directores teatrales de mi país prefieren abordar el presente a través de textos del siglo XIX. A menudo sus espectáculos son magníficos, pero aquí [en la Cartoucherie] he visto surgir la historia, las historias vivas, del mundo de hoy, a través del cuerpo, de la mirada, del alma. Los actores nos devuelven los relatos de los refugiados avec amour. (...). Aquí, la frontera entre el mundo real y el teatro desaparece" (Le Monde, 5 de abril).

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¿Veremos este espectáculo en el Fòrum 2004? En cualquier caso podemos verlo en París (para efectuar las reservas, puede llamarse al 01 43 74 24 08) y, también, en julio en Aviñón.

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