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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La feroz retórica política

Soledad Gallego-Díaz

Desde el 11 de septiembre, en Estados Unidos se ha acentuado la retórica política hasta unos extremos casi desconocidos en su propia historia democrática. Palabras y frases como terrorismo, ántrax, yihad, blowback o efecto bumerán, intereses vitales, maldad, civilización o barbarie, han entrado profusamente en el vocabulario de los norteamericanos para cimentar esa nueva retórica, "utilizada para justificar la nueva guerra estadounidense". John Collins y Ross Glover, dos profesores de la St. Lawrence University, del Estado de Nueva York, consideran que igual que el daño colateral describe daños militares más allá de los objetivos previstos, "el lenguaje colateral es el lenguaje que la guerra añade a nuestro léxico, así como los significados añadidos que ciertos términos adquieren".

LENGUAJE COLATERAL. CLAVES PARA JUSTIFICAR UNA GUERRA

Edición de John Collins y Ross Glover

Traducción de Paular Serraller Vizcaíno

Páginas de Espuma Madrid, 2003

320 páginas. 20 euros

Su libro reúne 14 ensayos de otros tantos autores que analizan algunas de esas palabras y frases y explican cómo y por qué se producen esos procesos de creación de significados. Según Collins y Glover, no suceden de la noche a la mañana, sino que ocurren históricamente mediante el uso repetido, a menudo calculado y generalmente selectivo. "A pesar de que los significados no pueden fijarse nunca por completo, sí pueden ser controlados y utilizados para generar niveles significativos de consentimiento público", mantienen.

Ese consentimiento democrático es, para los autores, el aspecto fundamental de la cuestión. La historia, afirman, ha demostrado que si el Estado sabe cómo utilizar el lenguaje puede convencer a su pueblos para que cometa los actos más atroces. Y cuanto más control ejerce el Estado sobre el lenguaje que escucha y las imágenes que ve una población, más fácil resulta desarrollar ese consentimiento democrático.

"Desde nuestra perspectiva", escriben, "todo acto de violencia está íntimamente ligado al uso del lenguaje", porque la violencia en sí es aborrecible y de no ser por el lenguaje abstracto de intereses vitales y el lenguaje adulador de la civilización y guerra justa habría menos posibilidades de separar la mente de los seres humanos de efectos físicos de la violencia.

Por eso los medios de comunicación llevamos meses reproduciendo un lenguaje militar que mitiga el impacto de la violencia: se habla de bombas inteligentes, bajas civiles, incursiones aéreas... un lenguaje que ayuda a crear un clima en el que parece evidente la necesidad de una acción militar.

Para combatir esa retórica política, los autores proponen "desenterrar" la historia de esas palabras o frases, explicar cómo se ha fijado ese nuevo significado y qué fuerzas sociales han participado en ello. Mirar las palabras de esa otra manera, animan, puede ser un acto de resistencia política e intelectual.

Los 14 ensayos cumplen esos objetivos en grados distintos. Uno de los más sólidos, 'Ántrax', desentraña la extraordinaria capacidad de esa palabra en la construcción del pánico de la población norteamericana y cómo, por extraños vericuetos, ha llegado a asociarse a un "cuerpo islámico" hasta mostrarlo ante la opinión pública de Estados Unidos como una infección potencial. Pese a que los ataques con ántrax procedieron probablemente de un norteamericano y cristiano, la mayoría de los ciudadanos de ese país lo considera un motivo justificado para bombardear Afganistán.

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