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El estadounidense Alex Katz presenta en San Sebastián sus retratos y paisajes melancólicos

La Galería DV expone 14 aguatintas y litografías del artista figurativo neoyorquino

Maribel Marín Yarza

Frente a la moda de la abstracción, el arte figurativo; frente a la complejidad de trazos y conceptos, una sorprendente simplicidad. Alex Katz (Nueva York, 1927) ha sido siempre un pintor independiente que ha marcardo distancias con otros artistas de su generación. Creó un universo personal y nada enrevesado, que le abrió las puertas de los mejores museos del mundo y situó su nombre en la cumbre del panorama artístico norteamericano. La galería DV de San Sebastián revisa ahora parte de su trabajo creativo con una exposición de obra gráfica.

La galería DV (San Martín, 5) organiza todos los años una exposición para reivindicar la identidad propia de la obra gráfica dentro del arte. Y en esta ocasión ha querido hacerlo a través del trabajo de un artista de gran prestigio en Estados Unidos, que apenas se conoce en Europa.

Katz asomó con fuerza en el panorama creativo norteamericano en los años 70, cuando lo más vanguardista era la abstracción y pintores fetiche, como Pollock, exploraban el camino del action painting. "Él se desvinculó por completo de este movimiento y apostó por lo figurativo", asegura la responsable de la sala, Idoia Azanza.

Ha conseguido tener un estilo completamente personal y diferenciado de los artistas de su época. Su obra es simple y, sin embargo, o quizá por eso, cautiva. Su fuerza radica precisamente en la sutilidad de sus trazos, en la elegancia y armonía de los retratos y paisajes que presenta. Porque Katz, busca lo que para otros artistas puede ser secundario: resaltar un sólo gesto, una expresión en un rostro, la fuerza de una mirada o una postura corporal... Por eso simplifica su pintura y sólo resalta lo que quiere que llegue al espectador, como puede verse en DV.

De las paredes de la sala cuelgan varios retratos, nada convencionales, de hombres y mujeres sentados o tumbados en la arena sobre fondos naranjas, o el primer plano de una mujer bajo un sol de justicia. "Tienen un punto un tanto melancólico", apunta Azanza.

Katz presenta en San Sebastián un total de 14 obras, entre aguatintas y litografías. La más antigua, de 1977, es el retrato de una mujer; las más recientes, fechadas en 1996, indican una ligera evolución hacia la abstracción. Pero sólo ligera, porque en toda la serie, de tonos apagados, se intuyen paisajes marítimos. El artista tampoco trata los paisajes de una forma convencional. "Pinta el silencio de la naturaleza, los movimientos de los árboles, de las hojas", advierte la responsable de la galería.

Los rasgos de su pintura, que puede verse en el Museo Reina Sofía y en el IVAM, permanecen en su obra gráfica y denotan influencias del pop, del cine e incluso de la fotografía, disciplina que trabajó con dedicación en los años 50. Tampoco puede obviarse la importancia que ha tenido el jazz en sus retratos. "Ha pasado mucho tiempo en conciertos de jazz, porque dice que es un arte que consigue descubrir los gestos, las expresiones más íntimas de las personas". Katz trabajó sin tregua hasta 1998, porque su avanzada edad y su dedicado estado de salud le impiden entregarse al arte. Pero su legado está al alcance de cualquiera en todo el mundo; no sólo en el MOMA o el Metropolitan de Nueva York, también en las mejores salas de Israel, Inglaterra, Japón o México.

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